El que fastidia la fiesta

Le congrès ne marche pas

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Le congrès ne marche pas → Auditori de Cornellà
25/09/2023 - Teatre Lliure – Gràcia

Está claro que vivimos en un mundo corrupto y corrompido que no para de generar desigualdades. Parece como si solo unos pocos fueran los invitados a la fiesta; una fiesta que pagamos todos y que a menudo nos deja en el triste papel de espectadores o servidores. La Calórica nos transporta al Congreso de Viena de 1814 para ilustrar el fin del Antiguo Régimen y el nacimiento, todavía tímido, del liberalismo económico… que más tarde desembocará en el capitalismo neoliberal de la Thatcher y algunos otros. Un cambio de paradigma que seguía teniendo como objetivo preservar las riquezas y los privilegios de los que más tenían y dejar en el pueblo donde siempre había estado, en la base del sistema… Cambiarlo todo para seguir más o menos igual.

En Le congrès ne marche pas asistimos a la reunión de los más altos mandatarios del momento (el zar Alejandro I de Rusia, Federico Guillermo III de Prusia o Francisco I de Habsburgo), invitados por el ministro de asuntos exterior de Austria, Klemens von Metternich. Asistimos a las fiestas, a las recepciones y a los múltiples bailes de valses que se organizaron durante meses, pero también vemos como se hace política de salón y como se enredan las relaciones de tan famosos personajes. Una triste radiografía de cómo se hacía política hace un par de siglos, y que seguramente aún se debe de seguir haciendo, aunque hayan cambiado los salones, los cargos de los que mandan o las actividades con las que se distraen.

Lo más importante de un grupo como La Calórica es el salto al vacío que hace con cada nuevo espectáculo. En lugar de seguir por caminos ya transitados, siempre optan por el camino más difícil y comprometido, cosa que da espectáculos únicos e irrepetibles. Saben donde quieren llegar, que quieren transmitir, y les es igual si esto los hace partir de la Viena del siglo XIX o de la lejana isla de Sumbawa, donde el volcán Tambora lo destruyó todo el mismo año del Congreso antes citado (la analogía entre los dos hechos es uno de los comienzos más bellos y acertados de nuestro teatro reciente). Pero no contentos con esto, todavía se complican más la vida haciendo un espectáculo que está hablado en francés (casi en su totalidad), ruso, inglés, castellano y catalán.

El resultado de todo esto es una pieza compleja y extraordinaria que pasa por la comedia, por la parodia y por el teatro más reflexivo. Nadie sale de la sala igual que ha entrado, y esto es una virtud que muchos pocos grupos consiguen. Y si se consigue es gracias a muchos elementos: al intrincado texto de Joan Yago, a la hábil dirección de Israel Solà y a un reparto que roza una vez más la excelencia. Esta vez, a los ya habituales Júlia Truyol (magnífica en el papel de Metternich), Esther López, Xavi Francés, Aitor Galisteo-Rocher y Marc Rius, se añaden Carles Roig, Tamara Ndong, Roser Batalla (de su monólogo final se hablará durante mucho de tiempo) y Joan Esteve, que acabará siendo un personaje clave y decisivo. Y es que pasará de chupar la teta (literalmente) a estropear la fiesta a una cuántos…

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