Ya tenemos aquí una nueva obra de teatro con el terror o el misterio como excusa, y en lo que va de temporada ya llevamos como mínimo cuatro… si no me fallan los cálculos. Lo más curioso, además, es que muchas de ellas coinciden al poner como escenario de la historia una masía o una casa rural ubicada cerca de los Pirineos (Turisme rural, Allá lluny hi ha una caseta), con todo lo que comporta de mitología y con una buena colección de criaturas fantásticas: los marracos, los minairons, la balanguera, la pesanta, etc.
También coinciden la mayoría al utilizar la comedia como vehículo para explicar su historia, y en este sentido La presencia no es ninguna excepción. Ahora bien, se trata de comedias diferentes… y quizás la que ahora nos ocupa es la que curiosamente fluctúa más hacia otros géneros en su parte final. Y si digo que me parece curioso es porque sus autores acostumbran a moverse sobre todo en la comedia pura (Ovelles, La pell fina) o incluso en el humor negro (Instruccions per enterrar un pare). Lo que está claro es que no es la primera vez que utilizan la muerte o el hecho de una defunción como motor para poner en marcha toda la trama. En esta ocasión la obra empieza con un padre moribundo, y todo lo que venga estará ligado precisamente con este hecho y con este personaje ausente… pero en el fondo muy presente.
Algún fenómeno climatológico (ya sea una tormenta o una nevada copiosa), los ruiditos propios de una casa antigua, los apagones, los golpes inesperados… Todo forma parte de un género que se pone como meta asustar al personal y llevarlo a un ambiente muy concreto y particular. Todo esto, junto con hechos inexplicables y alguna criatura fantástica, será suficiente para conseguir el clima adecuado. Pero si prescindiéramos de todo esto nos encontraríamos con un pequeño drama familiar, con sus secretos, sus vergüenzas, sus confesiones y alguna que otro rencor. No faltan tampoco los monólogos reveladores del final ni las relaciones personales. De hecho, La presencia estaría más próxima a la revelación y a la esperanza… con un final optimista (y muy bonito) que evidentemente no podemos explicar. Buena factura, buen reparto… y sobre todo una excelente Anna Sahun que, como siempre, encuentra su momento para tocarnos el corazón.