Forever Van Gogh es eminentemente un espectáculo visual, con proyecciones que ocupan todas las paredes del escenario y recrean unos espacios virtuales basados en la obra del autor. Podríamos decir que también es teatro de texto, pero menos. E incluso danza, pero solo a pequeñas dosis. Lo que no podríamos decir es que sea un musical, a pesar de que en algunos momentos haya música en directo y la banda sonora haya sido hecha expresamente por el reconocido violinista libanés Ara Malikian.
Debido a la preeminencia del espacio visual, todo el resto queda un poco difuso… a pesar de basarse en la correspondencia que se escribieron los hermanos Theo y Vincent Van Gogh. Se da mucha información, es cierto, pero la teatralización queda un poco corta y las interpretaciones –un poco rígidas y unidimensionales- no acaban de ayudar al conjunto. El gran atractivo de la pieza es el espacio visual y estético, con un vestuario bastante acertado, algún elemento escenográfico demasiado voluminoso y sobre todo las imágenes creadas por Inteligencia Artificial. Todo luce a las mil maravillas, y es inevitable dejarse llevar por la belleza del arte, pero creo que todo funciona más como “experiencia” que como espectáculo teatral propiamente dicho.
Si alguien se pregunta por una versión musical sobre el pintor holandés, tendríamos que remitirnos al montaje que en el 2015 presentaron Roger Pera y Mingo Ràfols. Se trataba de Van Gogh. El musical, y en aquel caso el nombre no llevaba a engaño… a pesar de que se trataba de una pieza cómica y bastante gamberra que quería jugar más que homenajear.