En el año 2007 los premios Tony, los más prestigiosos que se otorgan al teatro que se hace en Broadway, condecoraron a Spring Awakening como el musical del año. Aquellos ocho galardones la reconocieron como una de las grandes, a pesar de que al no tener un montaje espectacular de los que les gustan a las grandes productoras el espectáculo tuvo una proyección internacional discreta. Ahora, finalmente, Marc Vilavella y David Pintó la traen a Barcelona en un formato adaptado y reducido… pero con toda la fuerza de sus canciones y la energía de un reparto joven totalmente entregado a la causa.
El despertar de la primavera, basado en la obra homónima de Frank Wedekind, tiene su punto fuerte en la partitura pop-rock de Duncan Sheik y las letras de Steven Sater. La adaptación catalana funciona con igual fuerza, y el reducido espacio de la Sala Gaudí se ha sabido adaptar a las mil maravillas. En este sentido, la dirección de Vilavella es fundamental, al igual que la meritoria iluminación de Daniel Gener y las coreografías minimalistas y precisas de Ariadna Peya. Los jóvenes protagonistas demuestran que ya hay un relevo generacional, y que no se debe tener miedo a los retos musicales en un futuro. Es evidente que quizás con mayor producción todo luciría algo más, y que el recurso de condensar todos los personajes adultos en sólo dos actores -un recurso que ya existía en el original- quizás se tendría que trabajar algo más. Sea como sea, la obra ha sido para mí un éxito y una sorpresa… Ojalá que siga la estrella de Sugar y los espectadores tengan la oportunidad de descubrirla y disfrutarla.