Se ha dicho insistivamente, quizás con acierto, que mejor no establecer comparaciones con la película. Pero es que una vez visto el montaje teatral, incluso cuesta encontrar los elementos comunes. Estamos ante la misma historia, pero ha cambiado la estética, la época que la contextualizaba -aunque fuera dándole una cierta atemporalidad-, el tono de la pieza, la estructura dramática e, incluso, el final. De hecho, es muy curioso darse cuenta de que el film de Lars Von Trier tenía mucho de teatral y que, en cambio, este híbrido de Pau Miró y Sílvia Munt se refleja en elementos cinematográficos que, en mi opinión, quizás no hacían falta.
Una vez dejamos a un lado el referente cinematográfico, lo que queda es un drama costumbrista situado en un pueblo de Cataluña, con su centro cívico o ateneo popular, sus huertos, su campesino y algunos elementos más que intentan poner detalles realistas a la trama, a pesar de que el tema de la obra es mucho menos concreto. La escenografía ayuda a ratos, pero tampoco sé si era la más acertada para una pieza como esta… No se puede negar, sin embargo, que Sílvia Munt acumula ya una larga y fructífera experiencia como directora y que hay aciertos de dirección, así como momentos puntuales muy acertados. Las interpretaciones, en general, funcionan… a pesar de que algunos momentos de excesiva crispación acaban por restar sutilidad a este drama turbio, filosófico y formalmente osado.