La primera vez que tuve conciencia de Dagoll Dagom fue cuando asistí a una función escolar de Glups!, allá por el año 1983. Tiempo después vendría Mar i cel, y aquello se convirtió en un auténtico fenómeno, y también en el boom de los musicales catalanes. Incluso se creó un pequeño grupo de artistas especializados en el género, y entre todos ellos una abanderada que no paraba de tener éxitos: Àngels Gonyalons (La tenda dels horrors, Estan tocant la nostra cançó, Mar i cel, Memory, Tots dos, Germans de sang, etc). Ahora parece ser que el grupo se despide definitivamente de la escena, pero la actriz ha vuelto a primera línea con una fuerza indiscutible, demostrando que es historia del musical catalán y que todavía tiene muchas cosas para mostrarnos.
El musical que ahora se nos presenta en el Poliorama se basa en una obra breve de Santiago Rusiñol, enmarcada dentro del movimiento de teatro modernista. Aun así, la pieza utiliza el simbolismo como medio de expresión y originalmente contaba con unos cuántos números musicales que creó Enric Morera. Ahora parece difícil encontrar el espíritu noucentista detrás de la estética dura y oscura (a pesar de unos pocos toques de color) que se ha creado para la ocasión. Ahora bien, es cierto que mantiene gran parte del argumento –alargado y actualizado por cuestiones obvias- y que remarca con creces las dicotomías que ya se planteaban en el texto de 1897: tradición-progreso, ideal-realidad, prosa-poesía.
Marc Rosich (dirección escénica) y Andreu Gallén (dirección musical) han creado un espectáculo vistoso, renovador y posiblemente generacional, como lo fueron también algunos de los grandes éxitos de Dagoll Dagom. Opino que el argumento está un poco estirado y que la música se recrea demasiado en su estilo y da pocas sorpresas, pero también admito que musicalmente todo funciona… ya sea por la profesionalidad de todos los intérpretes, por las acrobáticas coreografías de Ariadna Peya o por los continuos leit-motiv que se van repitiendo y que dan coherencia a toda la partitura. Sorprende el comienzo, los solos de algunos cantantes, la manera de resolver los dos mundos –el pueblo gris y la alegría de los comediantes- o los recitales que dan la ya citada Gonyalons y una espléndida Mariona Castillo, discípula aventajada y auténtica estrella del musical catalán de los últimos años. Las dos se comen el escenario –ahora una, ahora la otra- y se reparten equitativamente un espectáculo que tiene que durar por mucho de tiempo…