Las canciones

Descriure aquest muntatge és tan difícil com descriure el que sentim quan escoltem música o algunes cançons. Una experiència artística?, una experiència religiosa?, una experiència orgàsmica?

La música és poderosa. Les cançons ens acompanyen tota la vida. Ens recorden la nostra infantesa, aquell moment en què ens vam enamorar, un estiu meravellós o la pèrdua d’algú que ja no hi és.

Les cançons ens fan plorar, riure, ballar, viatjar, fer l’amor, recordar. Només cal tancar els ulls, escoltar, sentir i deixar-se portar.

La música, la gran protagonista.

La posada en escena,dissenyada per Alejandro Andújar, és una gran capsa de música. Altaveus, cintes de casset, discos, tocadiscos, radiocasset,...tot forma part d’una escenografia musical.

L’espectacle s'ha dividit en dues parts (Cara-A i Cara-B), de la mateixa manera amb què es denominen els dos costats dels discos de vinil. També hi ha una espècie d’entreacte (sense descans), que podríem titular Moment Nina Simone, que ha sigut BRUTAL! Ha sigut una experiència indescriptible, com una espècie de catarsi col·lectiva. Tant a dalt, com a baix de l’escenari s’han pogut veure un munt de maneres diferents d’expressar el que se sent quan escoltem una cançó o el ritme de la música.

Les obres “Les tres germanes” i “Ivanov” del dramaturg rus Anton Txékhov han servit com a punt d’unió per la funció de Messiez.

La música és part del muntatge. Sonen una vintena de temes. Els estils són variats: cançó brasilera, francesa, pop, lírica, flamenca, jazz. Sentim les grans veus de cantants com Jacques Brel, Liza Minnelli, Carmen Linares, els Manel, Nina Simone, el cor de Cosmic Voices from Bulgaria, i l’increïble Celia Bartolí cantant “Vedrò con mio diletto” (que se'ns ha demanat d’escoltar amb els ulls tancats. Ha sigut una experiència increïble).

“Las canciones” és una obra d’una enorme exigència interpretativa. Tots els actors brillen amb llum pròpia. Silèncis, moviment, llenguatge corporal, interpretació.Fantàstics!!!

Amb “Las canciones” Pablo Messiez ens proposa escoltar i sentir el poder de les cançons i la música.

Messiez ha creat un espectacle viu, emocional, esperançador, poètic, fins i tot diria un punt filosòfic, ja que ens parla sobre els sentiments, i sobre les persones que utilitza la música com a vehicle desinhibidor.

Messiez ens fa comprendre que sentir no és el mateix que escoltar. Parar, tancar els ulls, escoltar i deixar-se portar.

Una serie de personajes se reúnen para escuchar canciones. ¿Es un ritual, un aprendizaje o un tipo de exorcismo? Cualquier respuesta podría ser la correcta, porque los personajes de Pablo Messiez pasan siempre por una montaña rusa de emociones… ya sea en busca de respuestas o simplemente para sanarse. Con el eco chejoviano de Las tres hermanas, la trama fluctúa entre la comedia y el drama, mientras que las melodías se van sucediendo y el público entra en una especie de comunión muy especial.

Uno de los grandes aciertos de este espectáculo, que los tiene de sobras, es el de explicarnos una historia que habla directamente de las emociones. Sabemos muy poco de los detalles -¿qué hizo el padre? ¿qué terrible situación los ha marcado de por vida? ¿qué buscan los dos invitados?- pero acabamos conociendo muy bien a los protagonistas. Sabemos de sus obsesiones, de sus deseos ocultos, de sus necesidades vitales. Un conocimiento que tenemos por lo que hablan -o por lo que callan-, pero también por los rótulos que van saliendo y que interpelan directamente al espectador.

El reparto es otro de los triunfos. Siete jóvenes intérpretes que demuestran estar en clara sintonía con lo que se quiere explicar, y sentir. Destacan sobre todo Rebeca Hernando y Carlota Gaviño, quizás para tener unos personajes más marcados, pero sería injusto ningunear el valor de todos los demás. Por cierto, llegados a la pausa (o falso entreacto) recomendamos que nadie deje la butaca ni para ir al baño… Si lo hacéis, posiblemente os perderéis una catarsis colectiva, a expensas de Nina Simone, que hacía mucho tiempo que no vivía en una platea.

Celebrado como uno de los mejores montajes de 2019, Las Canciones del argentino Pablo Messiez ha vuelto a llenar las salas del Teatro Kamikaze para plantear una vez más el misterio de por qué la oreja no tiene párpados. No nacemos viendo, pero escuchar está ligado íntimamente con nuestra condición de humanos moldeables, abiertos, vulnerables, curiosos. Con inspiraciones bien avenidas de los personajes y situaciones de la dramaturgia de Anton Chéjov, y de la mano de unos actores que se desgañitan en el escenario, –Javier Ballesteros, Carlota Gaviño, Rebeca Hernando, José Juan Rodríguez, Íñigo
Rodríguez-Claro, Joan Solé y Mikele Urroz-, la volatilidad del ambiente consigue disolvernos en un universo en el que la música marca el ritmo y nuestra historia. Quién no recuerda a un viejo amor a través de una canción, quién no se alegra o entristece cuando alguien le da al play del cassette. A través de una selección exquisita de más de 20 canciones, que van desde Jacques Brel a Liza Minnelli, de Cecilia Bartoli a Tom Waits, llega la pregunta necesaria que subyace tras este ejercicio de arranque y furia teatral: ¿A ti que te gusta más escuchar o cantar?

El propio Pablo Messiez dice al comienzo de este ritual que a veces las palabras sobran y que las sensaciones de la música, de las canciones en los cuerpos se bastan.

Intentar explicar algo de «Las canciones» con palabras es casi como traicionar la idea del autor.

Olga, Iván e Irina se juntan para escuchar canciones. Tras la desaparición del padre en esa casa no se canta, sólo se escucha. Pero se escucha de verdad, sin temor ni esperanza. Dejándose hacer, dejándose mover, pero de verdad, hasta que notes que la voz de Barbara surge entre las notas de Morgen.

Aquí las tres hermanas son las mismas porque son otras. Igual que Moscú es el mar y la música es la palabra. Lo importante es que si abres los oídos, o los ojos, o los poros, si te dejas hacer, lo inevitable se vuelve sanador. Y la vida cura, aunque duela.

Escenografía, luces, vestuario, movimiento escénico, tempos, intensidades, miradas, todo en «Las canciones» es perfecto. Pero las interpretaciones de todo el elenco son de otro mundo. Tengo que destacar a Rebeca Hernando porque sus matices y su sutileza son de los trabajos que hacen historia.

Ya decía el sabio que basta con mirar algo detalladamente para que adquiera importancia. Pues en el escenario TODO mira al sitio del dolor. Al sitio inevitable del que no podemos escapar y desde no podemos mas que mirarnos.

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Ya de bebé, Pablo Messiez agarraba la radio y se quedaba dormido escuchando ópera. De niño, devoraba los musicales de Hugo Midón, cuyas canciones interpretaba en la soledad de su habitación. Y de adolescente, empezó a fascinarse por las grandes divas, desde Nacha Guevara hasta Ella Fitzgerald o Nina Simone, a la que rindió homenaje en La Otra mujer, un musical que pudimos ver hace unos meses en el Teatro Kamikaze.

Ahora, Messiez rinde tributo no solo a las canciones, sino a la importancia, la necesidad y el placer de escuchar. ¿Cuál es la relación entre la música y el cuerpo? ¿Qué ocurre cuando la onda sonora toca el cuerpo y hace que algo se mueva? ¿Cómo sería ese primer momento en que alguien empezó a bailar? Son algunas de las preguntas que se hizo durante el proceso de creación de Las Canciones.

Olga, Irina e Iván, son "tres hermanas" que se reúnen para escuchar música, experimentar con las canciones, indagar en su misterio, en su capacidad transformadora, canciones para olvidar, canciones para vivir, para morir, para no estar solos, canciones como droga, como lenitivo contra un dolor que todavía no han logrado superar.

"¿Viste esos días en los que todas las canciones te hablan?" le dice Flor a Ana en Muda, una de las primeras obras de Messiez. Y eso mismo ocurre en su última obra, las canciones son un personaje más, un personaje que dialoga con el resto de personajes, pero también con los espectadores, conectan con nosotros para hablarnos de nuestras vidas, de cómo nos sentimos, de lo que nos duele y de lo que nos emociona.

En una época donde estamos saturados de información y ruidos, necesitamos pararnos a escuchar. Tal vez con ese ejercicio aprendamos a escuchar a los otros, al mundo y a nosotros mismos. Las canciones de Messiez tienen textura, adquieren movimiento, huelen a mar, evocan a Chéjov, a Pina Bausch y a Nina Simone. Si escuchamos, las canciones nos transforman.