El chico de la última fila

¿Cómo es posible que una obra como El chico de la última fila deje Sala Muntaner a menos de media entrada una noche de viernes?

Un joven -silencioso, tímido, discreto en apariencia- llama la atención de su profesor de literatura con una redacción. A partir de este sencillo planteamiento se despliega un increíble texto poliédrico que nos habla de la comodidad y de la incomodidad de la clase media española; de núcleos familiares confortablemente precipitados al aburrimiento y al fracaso; de núcleos familiares desintegrados que pueden suponer un trampolín para ir más allá y hacer algo de esta existencia. De personas humanas y de sus relaciones complejas donde, muchas veces, sin darnos cuenta, aquellos que nos rodean acaban siendo víctimas de nuestra necesidad de reproducir una y otra vez traumas pasados.

Un texto maravilloso de Juan Mayorga (uno de los mejores -sino el mejor- dramaturgos contemporáneos españoles), dirigido con agilidad por Víctor Velasco e interpretado con humildad y entrega por una compañía madrileña joven pero muy consciente de su propuesta.

Un espectáculo necesario para todos aquellos espectadores que quieran ver una obra interesante, sencilla en planteamiento pero intensa y compleja en su desarrollo, que presenta como mejor ingrediente la honestidad, fuerza y talento de todos y cada uno de sus intérpretes (dentro y fuera del escenario). No recomendada para espectadores no interesados en otra historia sobre conflictos juveniles, generacionales y humanos que sirve como muestra del mejor teatro que se hace en la capital española.

Y El chico de la última fila, aquel estudiante que pasa desapercibido, lo es, rediós si lo es. De inocente y tímido sólo tiene el aspecto, pero puede ser letal. Juan Mayorga ha escrito una pieza prácticamente perfecta, redonda, implacable. Este alumno que va entregando «redacciones» a su profesor de literatura, esta escribiendo un tipo de novela por entregas implacable, demoledora; nadie saldrá indemne, pues su pluma está más afilada que un bisturí: ¡mama miedo! Magnifica puesta en escena y dirección ajustadísima de Víctor Velasco. Los actores, todos magníficos, siempre en escena, como en El caballero de Olmedo que hacen en el Teatre Lliure. No dudéis de ir a buscar una entrada ahora mismo. Si os la perdéis lo lamentaréis y os tendréis que echar ceniza por encima la cabeza y rasgaros las vestiduras (y es un curro currazo, y sucio).

Leer más.

La fusió entre teatre i literatura és un fenomen poc habitual si parlem en termes de creació narrativa. És a dir, poques vegades hem vist com a El chico de la última fila una comunió tan perfecta entre el procés d’escriptura d’una novel·la i el desenvolupament dels fets (suposadament) reals que l’envolten. L’excel·lent text de Juan Mayorga planteja un exquisit joc entre un professor i el seu alumne adolescent amb un talent especial per escriure; un do que al mestre li encantaria tenir però no té. El director Víctor Velasco mou els personatges amb ritme i agilitat (per moments, de forma excesiva), superant les dificultats d’una obra plena d’ambigüitat i nivells argumentals. D'altra banda, l'escenografia és, potser, massa aparatosa però permet el desenvolupament de la idea d’un escenari dintre d’un altre escenari, reflex molt fidel a la filosofia de la història. D'aquesta manera, la perillositat de les esquerdes entre realitat i ficció, l’obsessió del protagonista pel jove així com el retrat de la classe mitjana són els punts més forts d’aquesta proposta que fa a l’espectador sentir-se com un lector intel·ligent que descobreix per primera vegada el plaer d’ésser manipulat per una ficció. Malauradament, el to dels actors secundaris, a vegades, és massa histriònic, sembla que amb la intenció de diferenciar els dos nivells de realitat. Però la sensació és que aquest matís no feia falta i acaba per deslluir una mica un resultat final que podia haver sigut esplèndid.

El vínculo entre el profesor y el chico silencioso así como el vínculo con quienes lo rodean.

Esta vez hablamos de relaciones. Relación entre maestro y alumno, sobre padres e hijos, sobre personas en general. Un montaje intenso, inteligente y con un punto de humor.

Nos encontramos ante un magnífico retrato de la situación educativa de hoy en día. La relación entre maestro y alumno, y el combate que hay entre ellos. En medio de esta relación tenemos la situación de la familia en el ojo del huracán y la relación con la mujer del maestro.

La crítica del sistema educativo se ve directamente en la frase que dice:

“Los bárbaros ya están aquí, en nuestras aulas”

Un gran trabajo de un actor joven,que nos explica toda la historia; expresivo, dinámico y energético. El resto de actores defienden su papel con elegancia. La nota discordante en este montaje: la falta de público otra vez. Al final 20 personas en la Sala Muntaner y poca gente que conoce la programación que se realiza en esta sala.

Además de todo esto, nos quedamos con lo siguiente…