Pels pèls

Hará casi unos diez años tuve la oportunidad de ver esta obra en el Teatro Borrás y guardé un muy buen recuerdo de ella. De hecho, hoy todavía tenía presente que se trataba de una obra muy divertida y original y, sin duda, años después, me lo ha vuelto a parecer. En esta ocasión, la obra se representa en el Teatro Condal y vuelven a repetir parte del equipo artístico y el director, pero por las características del propio espectáculo, no se trata de una simple repetición de lo que ya se vio entonces, ya que cada función es diferente una de la otra. Así, la improvisación es fundamental en esta, ya que requiere de la participación del público, siendo éste quien decide el final de la obra. Por tanto, se trata de una propuesta interesante que requiere de unos actores que dominen esta técnica, como sin duda es el caso. En este sentido, todos están fantásticos en sus papeles y muestran una complicidad que se traduce en una química coral absoluta perfectamente orquestada por Abel Folk.

Por otra parte, la escenografía, muy llamativa, es del todo acertada y refleja visualmente el estilo del espectáculo. Asimismo, podemos decir que las licencias autóctonas y de otros elementos añadidos, como las canciones utilizadas o los temas de actualidad mencionados, encajan perfectamente dentro de este divertimento que hará pasar un muy buen rato al espectador y le hará olvidar del todo sus dolores de cabeza del día a día.

Pels pèls es la adaptación de una comedia de Paul Portner (Shear madness), un clásico que lleva años en cartel, y esta es la tercera vez que se representa en Barcelona. Nosotros la vimos en 2006 en el Teatro Borrás, dirigida en aquella ocasión por el mismo Abel Folk y interpretada por Enrique Mayor, Eduard Farelo, Àlex Casanovas, Pep Planas, Mercè Comes y Beth Rodergas. Como nos apetecía mucho de repetir, ya que en su día la encontramos muy divertida y original, convencimos a un grupo de amigas para ir a verla. A la salida todas reconocieron que lo habían pasado muy bien; eso sí cada una de ellas había elegido un asesino diferente. Es una comedia que rompe barreras, ya que el público tiene mucho que decir, convirtiéndose en participantes activos, hasta el punto de que somos nosotros mismos los que decidimos por votación quién es el asesino en cada representación. Una especie de juego policial, que hace que cada función sea única e irrepetible. En esta ocasión fuimos dos que hicimos acertar quién era el culpable.

Nada más entrar en la sala la radio ya está sonando y, en el escenario, el interior de una peluquería de la gayxample barcelonesa, se pasean algunos de los protagonistas. Me gustaría destacar las interpretaciones de la Mercè Comes y de Jofre Borràs, que nos hicieron reír mucho todo el tiempo, aunque todos los actores han estado muy bien en sus papeles.

Así que ya lo sabéis, por lo que desea es reír y pasar un buen rato de teatro, no os lo penséis, reuniros un buen grupo de amigos y id a ver Pels pèls.

Anunciat a bombo i platerets, ha tornat el format que fa, aproximadament, 10 anys va tenir un cert èxit a la cartellera barcelonina. Com d’altres comèdies comercials que també s’han reestrenat recentment intentant repetir el seu bon succés, Pels pèls és, en realitat, una obra que aporta més soroll que diversió. L’espectacle parteix d’una forçada primera part on es presenten tot un seguit de personatges estereotipats reunits en una perruqueria del barri de l’Eixample (en aquesta adaptació). Com si es tractés d’una versió infantil d’una obra d’Agatha Christie, la proposta col·loca una sèrie de pistes per fer sospitosos a cadascun d’ells, de manera òbvia i poc treballada, d’un assassinat que es cometrà més tard. L’originalitat del muntatge roman en el fet que el públic, en interacció amb el cap de policia interpretat per un desganat Àlex Casanovas, decidirà qui és el culpable... i, a partir d’aquí, l’obra conclourà tal com els espectadors decideixin. El problema és que, primer de tot, la història té poc interès, li manquen diàlegs veritablement divertits i la direcció d’Abel Folk busca suplir les mancances del text de Paul Portner amb la vis còmica d’un esforçat repartiment que, malgrat tot, no salva la papereta. Però el que resulta més greu és que la participació del públic frena totalment el ritme. En comptes d’aportar espontaneïtat i sorpresa, es deté en un joc de preguntes i explicacions, en definitiva, poc atractiu per, finalment, complir amb la voluntat dels assistents, restant-li tot el valor a la història, ja que qualsevol resposta és vàlida. Tindria més sentit tractar d’endevinar qui és el dolent i després comprovar la nostra suspicàcia... com ja passava a La ratonera. Malauradament, aquí es tracta de tot el contrari i, per tant, excepte per un públic molt jove acostumat a parlar amb titelles per advertir on s’amaga el “dimoni”, no queda clar quina és la gràcia de tot plegat.