Sinopsis
Eduard II es la obra del teatro isabelino más representada y también la más moderna, aparte de las de Shakespeare. En este texto, Christopher Marlowe recrea el reinado de Eduardo II, que vivió la revuelta de sus nobles debido a su relación con Piers Gaveston y los privilegios que le otorgó. Es una de las pocas obras de la época que trata la relación amorosa y erótica entre dos hombres. Pero aparte de eso, Eduard II es una obra sobre el poder, donde desaparece la ética y la idea del bien común no aparece por ninguna parte. Asistimos a una lucha ciega, bárbara y estúpida por el poder, tanto para conseguirlo como para conservarlo.
Por un lado, tenemos un rey, el detentor del poder, la cabeza del gobierno; y por la otra parte, la corte, los representantes de los poderes fácticos de la sociedad, el financiero, el eclesiástico y el militar. El equilibrio entre ellos se encuentra en el pacto tácito según el cual los segundos dejan gobernar el primero mientras este no haga nada que los damnifique. Pero cuando el rey pasa por encima de ellos y pone a su lado su amante, se declara la guerra. Una guerra sin sentido puesto que detrás no hay ningún proyecto, ningún ideal, sólo la defensa de unos privilegios. Lo que buscan estos personajes, como los políticos de hoy, es sólo el poder por el poder, la sensación de sentirse poderosos, en definitiva, un poder sin ideales.
Así estos personajes, como los de hoy, nos hacen pensar en unos niños que se pelean sólo para demostrar su fuerza, para sentirse importantes, para ocupar un territorio con el único objetivo de poder decir que es suyo. Y así nuestros debates políticos se asemejan cada vez más a las peleas de patio de escuela; la violencia tiene la misma crueldad estúpida y los argumentos el mismo falta de sentido. Unas peleas que son predominantemente masculinas, como también nuestro modelo de poder, donde la única mujer se mueve como puede: o entra en las peleas o intenta sólo sobrevivir. La reina, en esta obra, parece ser la única que se mueve todavía por amor y no por afán de poder, por deseo de ser amada por su marido primero y para proteger su hijo después.
Quizás sólo desde aquí podremos volver a empezar, desde el amor. Un amor práctico, nada romántico, por las cosas y las personas quizás es el único instrumento que podrá generar un nuevo sistema, donde el objetivo no sea el poder, sino el bienestar común.