La compañía Parking Shakespeare se refugia del frío en el Teatre Tantarantana para mostrar la obra más representada de Christoper Marlowe, Eduard II, que desnuda las entrañas de todo aquello que rodea el poder con un montaje austero y unos personajes adolescentes y testosterónicos que han pasado del drama en la tragicomedia.
Los Parking Shakespeare son conocidos por sus representaciones de comedias de Shakespeare en el Parque de la Estación del Norte en verano. Allí han hecho de la necesidad virtud y se han adaptado a un teatro austero, donde texto y actores son los claros protagonistas, prácticamente sin atrezzo, escenografía o iluminación. En invierno, sin embargo, cambian la comedia por el drama y este año, después de hacer dos Parking d’Hivern pasando frío en Palo Alto y la Fabra i Coats, se instalan en el Teatre Tantarantana. «Nos hemos hecho mayores y hemos entendido que en sala también podemos hacer el teatro que nos interesa. Los recursos están, pero podemos elegir utilizarlos o no «, explican. Como son una compañía sin director, para cada obra tienen uno de «invitado». Esta vez es Roberto Romei, también codirector artístico del Tantarantana, que se ha hecho suyas estas reglas de austeridad y ha querido jugar con la sencillez para presentarnos «la obra más contemporánea» de Christopher Marlowe, Eduard II.
Al igual que otros escritores de la época, se sabe muy poco de Marlowe. Debido a las extrañas circunstancias de su muerte con sólo 29 años, hay hasta quien especula si no fue una muerte simulada para continuar escribiendo con bajo el nombre de William Shakespeare. Sea como sea, parece bastante aceptado que Christopher Marlowe era espía de la reina Isabel II, «por eso la obra es tan buena, porque conoce perfectamente los mecanismos de poder», dice convencido Romei, que explica que la obra «retrata toda aquella gente que está alrededor del poder, siempre con la voluntad de influir en un mundo donde no hay secretos porque está lleno de espías a un lado y otro, pagados por el gobierno y los diversos estamentos del poder «.
La obra recrea el reinado de Eduardo II, que vivió las revueltas de sus nobles debido a su relación con Piers Gaveston y los privilegios que le otorgó. «Las escenas de la obra son de 2 o 3 minutos, tiene un lenguaje muy rápido y dinámico, un estilo que podría ser perfectamente contemporáneo inglés, nada común en el teatro isabelino», explica Romei. «Pero también es moderno porque, a diferencia de las obras de Shakespeare, no hay buenos y malos. Aquí todos son malos, pero no del todo. Hay una lucha de todos contra todos «. Por un lado, el rey y por otro la Corte, los representantes de los poderes fácticos de la sociedad: el financiero, el eclesiástico y el militar. Y el detonante, el hecho de que el rey haga pasar por encima de todos ellos su amante, Piers Gaveston. «Los nobles luchan contra Eduard porque no toleran que alguien de fuera del círculo entre, quieren mantener su parcela de poder», sigue el director, que se muestra convencido de que el rechazo no se debe, en ningún momento, a que la relación sea entre dos hombres. «Es impresionante la naturalidad y la aceptación con la que se muestra la relación homosexual, incluso mucho más de lo que se hace hoy en día». Para acercarse más a la actualidad han reducido todos los actos a una hora y media y han eliminado una veintena de personajes, que han quedado en ocho.
NIÑOS IDIOTAS EN UN PATIO DE ESCUELA
«Cuando le pregunté al escenógrafo, Roger Orra, qué le había parecido la obra, me dijo: parecen unos niños idiotas que se pelean en el patio«, explica Romei, que tenía la misma visión. Así pues, han construido una escenografía sencilla donde se emula este mundo infantil, con un columpio en medio del escenario, que representa el trono y que, por supuesto, es lo que todos quieren. «Los hemos vestido a todos con pantalones cortos y hemos rebajado la tragedia, le hemos dado un toque de humor, de sátira porque más que trágico, es patético«, añade. No quieren mostrar, sin embargo, unos niños de primaria, sino más bien de secundaria, adolescentes, con la testosterona por las nubes. Y es que «es una obra muy masculina, testosterónica, con muchos paralelismos con hoy en día, porque el modelo de poder todavía es muy masculino y agresivo».
Texto: Mercè Rubià