El Ateneu Popular 9 Barris acoge dentro del Festival Cítric el espectáculo No soy tu gitana, la nueva producción de Teatro del Barrio de Madrid. Un monólogo interpretado por Silvia Agüero y coescrito junto a Nüll García, directora del montaje. El espectáculo retrata la historia de las mujeres gitanas que intentaron fugarse del gran exterminio gitano que se produjo en el siglo XVIII conocido como ‘La gran batida’, una atrocidad ideada por ministro de Fernando VI, que consistía en recluir separadamente a hombres y mujeres gitanos para que no se pudieran reproducir y conseguir así su «extinción».
Teatre Barcelona: No es fácil trabajar con un material tan personal que te afecta y te…
Silvia Agüero: El material se centra en una investigación de Nicolás Jiménez y por mí a través de nuestra asociación Pretendemos gitanizar el mundo. He investigado la ‘La gran batida’, sabía los nombres de todas las mujeres gitanas que intentaron escabullirse, pero nunca la había llorado de esa manera. Es duro, pero también liberador porque además siento que es un momento muy histórico. El otro día vinieron tres o cuatro gitanas a ver un ensayo y se fueron llorando y yo las escuchaba llorar. El pueblo gitano trae al subconsciente la historia de opresión. Así que sí, es duro, pero también es liberador y es una historia que también es tuya y tuya.
El teatro se basa en la repetición, ¿cómo te enfrentas a la repetición de algo tan doloroso?
S. A: Hay días que me cuesta mucho.
Porque, de hecho, tú no eres actriz…
S. A: Yo no soy actriz, nunca he actuado en la vida. Pamela Valenciano y Nüll García me han realizado un máster en interpretación en año y medio. También era la primera vez que yo escribía teatro. Yo escribo normalmente artículos de opinión y ensayos y, de repente, me he visto escribiendo una obra de teatro… y la verdad es que me gusta (ríe).
¿Cómo surge este proyecto? ¿En qué momento te atreves a dar este paso?
S. A: Un día Pamela me estaba cuidando de mi hija y fui a recogerla y me propuso hacer un m onólogo «tienes mucha vis cómica», decía. Y yo me quedé pensando y me pareció bien. Luego conocí a Nüll García y supe que era ella quien debía escribirlo. Fue superrápido. Pensábamos buscar financiación para hacerlo, yo pensaba que serían cuatro años o algo así y nada. Pamela presentó el proyecto en el Teatro del Barrio y dijeron que sí, que lo quieran producir. Es muy emocionante.
¿Cómo llegaste al activismo?
S. A: Lo expliqué hace poco en el libro Mi feminismo es gitano. En el gueto donde vivíamos, un «poblado gitano» lleno de chabolas, había un muro que rodeaba todo. Un día un camión de basura destrozó un trozo del muro, pero nadie vino para arreglarlo. Un día se presentó la Guardia Civil con tres personajes borrachos a decirnos a todos los gitanos que éramos unos mentirosos, que eras nosotros quienes habíamos roto el muro… Nosotros estábamos con la familia y los amigos cantando y un niño de 16 años, mi primo, que estaba jugando se tropezó con un ladrillo y cayó justo delante de ellos. La Guardia Civil se lo llevó preso. Tuvimos que ir más de 200 personas a declarar a la Guardia Civil. Y fue en ese momento que hice el clic, cuando pensé que eso no iba sólo conmigo, que los que estaba pasando iba más allá y era un problema más global.
¿Como mujer gitana, sufres una discriminación doble?
S. A: Múltiple. Siempre lo digo. El patriarcado es ya múltiple y el racismo suma. Es economía, violencia, planificación familiar constante, tutorización de la maternidad…
¿Crees que desde el feminismo se obvia un poco la realidad de las mujeres gitanas?
S. A. Sí, bueno, estamos en un momento importante en el feminismo como para poner más leña al fuego, ¿sabes? Pero sí, al final siento que soy más dura con mis compañeras feministas que con otras personas, y eso no está bien. Estamos intentando también entendernos. Al igual que no podemos quitarnos el machismo, que cada día debes estar mirándote, ya que el racismo es igual.
Nos cuesta aceptar que todos y todas somos un poco machistas, ¿pasa lo mismo el racismo?
S. A. A la gente le cuesta. Y con el tema gitano… es muy made in Spain lo de: «A mí no me importa que vengan tintos, pero los gitanos…»
«La gente piensa que los gitanos hemos venido con un plato volador y no, nosotros llevamos 600 años aquí»
¿Y por qué crees que ocurre esto?
S. A. Porque se ha silenciado la historia. Llevamos 600 años aquí, 600 años de literatura antigitana, con Cervantes a la cabeza, la primigenia del antigitanismo en la literatura es Cervantes. Después Víctor Hugo, Carmen de Bizet… O sea, todo el rato. Y esto se ha quedado en la mente de muchas personas porque los políticos de entonces lo decidieron así. Carlos III, que era el rey que vino después de Fernando de Borbón, dijo «borrar lo que ha hecho mi hermano para que no estropee su memoria». Y lo borraron, borraron la Gran Redada. La gente piensa que hemos venido con un platillo volador y nos han soltado aquí y no, los gitanos llevamos 600 años aquí.
Es importante revisar la historia. De alguna manera pensamos que todo lo que está en los libros es exactamente lo que ocurrió.
S. A. Claro, no es lo mismo que un documento sobre Rosa Parks lo lea un tipo blanco de Murcia o una mujer negra. Quieren venderlo todo como una heroicidad y las cosas son de otra manera.
Se acusa mucho a la cultura gitana de machista, ¿cómo se defiende la identidad y al mismo tiempo se protege del estigma?
S. A. A mí me parece bien. Yo me casé con un gitano en una boda gitana y éste es mi problema, yo soy feminista. Que cada uno haga lo que quiera. ¿Y si yo quiero ir con bata y zapatillas? A mí no me importa reproducir el estereotipo de nada, yo soy gitana. El problema lo tiene la sociedad.
Nüll, tú has escrito la obra. ¿Cómo ha sido el proceso?
Nüll García: Todo viene de un taller que hacía Silvia. Me propuso que hiciera la dramaturgia con ella y entonces nos pusimos a investigar y vimos que era interesante explicar cronológicamente la llegada de los gitanos al Reino de España, las primeras leyes antigitanas y después cómo se fue construyendo el antigitanismo en a través de la literatura. Ha sido un proceso precioso, para mí, de los más bellos de mi vida artística.
«No es fácil ni agrabable ponerse al lado de los opresores, pero eso es lo que hay»
¿Cómo pone en común sus universos viniendo de realidades tan diferentes?
N.G: Con la escucha, porque al final yo tenía muy claro que yo estaba poniendo todos mis recursos y mis conocimientos para ayudar a Silvia a contar esta historia de la mejor manera posible. Esta historia también es mi historia al final y es importante también sentirla como mía, porque la historia del pueblo gitano también es nuestra. Lo que ocurre es que no es fácil ni agrabable ponerse al lado de los opresores, pero así es la historia. Miremos la historia cara a cara, riémonos todo lo que podamos y cuanto más conozcamos la historia, menos mal seguiremos haciendo.
¿Os da miedo o vértigo cómo pueda reaccionar el público gitano?
N.G: Yo tengo muchas ganas. Un poco de vértigo tal vez, pero miedo no.
S. A: Tengo miedo a los tipos políticos, a los gitanos no.
Hay una frase que dice «entregamos la lengua para no tener que perder la vida». ¿Cómo ha sido recuperar el romanó? (variedad del romaní que hablan los gitanos de España, Francia y Portugal)
S. A. Esta frase es de un artículo que escribí que se llama La lengua o la vida. Y habla justamente de esto. Ha sido difícil recuperar el romero, Nicolás Jiménez, mi marido y traductor de la obra, es el único gitano en el Estado Español que habla y que traduce a romero. Al final siempre dice que los gitanos y las gitanas tenemos la lengua a nuestra disposición, que es fácil, pero realmente es una lengua que se asemeja más al hindi y que tiene poco que ver con el español.
¿Se habla en algún sitio?
S. A. Se habla en todos los países del mundo, excepto en España. Un gitano de Serbia puede hablar con un colombiano sin saber inglés. La opresión que hubo aquí sobre el idioma fue muy fuerte, te mataban por hablarlo y al final se dejó de enseñar.
¿Crees que los gitanos tienen presente esta historia?
S. A. No, es algo que está en el subconsciente colectivo, como algo que siempre nos han perseguido. Pero no, esto no se sabe.
«Pensar que vendrán los gitanos a verme también es racismo»
¿Y tiene alguna estrategia para acercar al público gitano al teatro?
S. A. Siendo el 2% de la sociedad, deberíamos ser el 2% en el teatro. Sin embargo, el 98% del pueblo gitano estamos en riesgo de exclusión social. Yo cederé entradas, pero no es un ámbito al que vayan los gitanos o las gitanas. Ésta es una historia para todos y tenemos otras maneras de acercarnos al pueblo gitano. Pensar que vendrán los gitanos a verme a mí también es racismo. Muchas veces no es por falta de interés, quizás también sea por falta de dinero.
N.G. Que se hable de la historia del pueblo gitano puede hacer que se sientan apelados desde otro sitio.
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