Gran celebración en el Ateneu Popular de 9Barris para conmemorar la 30ª edición del Circ d’Hivern. Si la celebración de los 25 años fue extraña, con mascarillas y el bar cerrado, esta vez se espera especialmente lucida. El próximo mes de junio se estrenará un documental y, este 13 de diciembre, se soplarán las velas, se recordarán algunos números históricos, se inaugurará una exposición y, por supuesto, se estrenará una nueva creación, este año dirigida por la reconocida compañía Escarlata —Jordi Aspa y Bet Miralta— y titulada La gran plantada. El espectáculo, que estará en cartel hasta el 18 de enero, reivindica la memoria, la resistencia y la belleza de todo aquello que el tiempo transforma.

El montaje, explica Aspa, invita al público a entrar en un espacio “precintado y abandonado”, un territorio lleno de restos de la actividad humana. Este descubrimiento progresivo da vida a la escenografía original de Oriol Pont. No hay ningún elemento de decorado tradicional: todo se construye a partir de lo que emerge, de lo que se encuentra. “Nos interesa la belleza de las cosas hechas, de aquello que la vida marca con un trazo”, dice Aspa. Es aquí donde entra en juego la filosofía japonesa del wabi-sabi, que celebra lo rústico, lo inestable y lo imperfecto: la madera que se agrieta, el metal que se oxida o la cerámica que envejece.
Las plantas tienen un papel central. Escarlata se ha inspirado en los manifiestos del paisajista Gilles Clément y en la idea de las “plantas pioneras”, especies capaces de nacer entre las grietas del cemento, en las aceras y en cualquier rincón abandonado por la actividad humana. Esta fuerza silenciosa es, para Aspa, una metáfora del circo: “El circo también se encuentra en los márgenes”.
En La gran plantada, los artistas transforman el espacio que ocupan y lo convierten en una instalación viva en constante cambio. En escena veremos a un quinteto de intérpretes que combina veteranía y juventud: Toni Gutiérrez (cuerda lisa), Núria Solina (payasa), Giada Marilungo (equilibrio sobre cable tenso y botellas), Jacob Thompson (equilibrios sobre manos y acrobacia de suelo) y Simona Huber (rueda cyr).

El espectáculo también dialoga con la historia del Ateneu, que el próximo año celebrará los 50 años de la ocupación de la antigua planta asfáltica. “Es un homenaje a esta resistencia y a todas las semillas que se han plantado. Debemos evitar que estos espacios desaparezcan y convertirlos en comunitarios”, afirma Aspa, que ya había participado en diferentes montajes del Circ d’Hivern: dirigió F.I.R.A (2014) y también actuó con su perro Sapic en Ulls Clucs (2002).
Las influencias de la creación son múltiples. Una de ellas es La isla del abandono, el libro en el que la periodista escocesa Cal Flyn explica cómo nacen nuevos ecosistemas en lugares devastados por el ser humano por causas químicas, climáticas o económicas. También hay influencias del ambiente escenográfico y del universo sonoro de la película Stalker, de Andréi Tarkovski. Así, La gran plantada se convierte en una celebración de todo aquello que crece a pesar de —o gracias a— el abandono. Una invitación a mirar hacia los márgenes.
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