Chéjov comienza Las tres hermanas con la muerte del patriarca, el padre de Maixa, Irina y Olga. Aunque Julio Manrique, en su versión, se inventó un prólogo en el que asistíamos al funeral, el autor ruso pone en marcha la obra con los momentos posteriores al sepelio. Pau Miró también pone en marcha Expulsió con los días posteriores a la muerte del padre de tres hermanos, dos mujeres y un hombre, en una casa periurbana donde la familia pasaba los veranos. Está la hermana mayor, la pequeña, el hermano y la hija de él, la chica.
Como en todas las obras sobre hermanos, existe un tema que la atraviesa: la herencia. Está en Las tres hermanas y en muchas de las obras de Chéjov, como en Tío Vania y El huerto de los cerezos. También lo encontramos en obras clásicas del siglo XX estadounidense, como El precio, de Arthur Miller. En Expulsió aparece, sí, pero de forma chekhoviana, es decir, lateral, porque lo que aquí importa es el conflicto entre hermanos, entre una hermana mayor que fue adoptada, que es una idealista, como los padres, que está sin trabajo y que ha ido a recaer a la casa de los veranos, y unos hermanos pequeños que también pasan por una mala época. Como agente externo, la chica, la hija del hermano, mira todo desde fuera y va descubriendo quién es realmente su familia.
El título de la pieza de Miró, sin embargo, nos ofrece ya una pista que la cosa no va sólo sobre herencias. La obra comienza con una expulsión futbolística: la chica se ha ganado una tarjeta roja en el partido de fútbol que ha jugado aquella mañana (el espacio temporal del texto es de 24 horas) después de romperle la rodilla a una rival. Es el primer grito de auxilio de una subtrama que acabará emergiendo al final, al más puro estilo Borges. Y la cuestión será saber si los tres hermanos están dispuestos a asumirla. Porque la expulsión no será sólo una tarjeta roja a raíz de una dura entrada, sino que se tratará de personas ahuyentadas de su casa que encuentran, en casa de su padre, un refugio.
Expulsió supone el regreso de Miró a los escenarios después de una buena temporada sin estrenar. Su última obra propia es Una història real (2019). También es la vuelta al universo familiar del dramaturgo. Y, por qué no, en el Raval, porque en la obra que dirige Toni Casares en la Sala Beckett, junto a Montse Germán, Anna Alarcón, Xavi Sáez y Mia Sala-Patau, el barrio donde Miró nació acaba teniendo una importancia primordial.
Miró es un genio a la hora de adentrarse en hogares complejos: la prueba es su trilogía animal, sobre todo en Búfals (2008). Dicen que es el más chekhoviano de nuestros autores. Expulsió probablemente demuestra que es así.
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