La Sala Beckett se instala en el Poblenou con la voluntad de seguir apostando por la autoría contemporánea, pero sobre todo, de atarla a la actualidad y la sociedad, y establecer un puente con la filosofía y el pensamiento.
«La nueva Beckett quiere garantizar la continuidad del proyecto iniciado en el año 89 para Teatro Fronterizo; quiere ser un espacio para el teatro de hoy, contemporáneo, con sentido crítico, conectado a su tiempo y la sociedad que lo acompaña «. Esta es la declaración de intenciones que soltaba Toni Casares, director de la Beckett, nada más comenzar la presentación del proyecto de la nueva sala en el Poble Nou. Hasta ahora se había hablado de la rehabilitación, de metros cuadrados, arquitectura… Pero había que redefinir el proyecto. La Beckett pasa a tener 3.000 metros cuadrados. ¿Con la que se llenarán? «La indefinición forma parte de la definición de la nueva Beckett: queremos ser escuela, espacio de creación y también exhibición, un espacio de referencia de la autoría catalana, que trabaja para su internacionalización y al mismo tiempo sirve de puerta de entrada de autores de fuera del país «.
La Beckett crece sobre todo por la banda del Obrador, de la formación y la creación. La producción de espectáculos continuará en la línea del pequeño y mediano formato, en unas salas con un aforo máximo de 250 localidades. «Seguiremos priorizando también el mundo de la palabra y la interpretación por encima de artefactos escenográficos», explica Casares. Lo que quieren que cambie son las condiciones. «Queremos dignificar la creación contemporánea y abandonar la precariedad; ofrecer buenas condiciones profesionales, técnicas y atmosféricas y propiciar la creación en condiciones óptimas, sin presión «. También se apostará por recuperar la producción propia, que ha disminuido durante la crisis. La primera será La desaparición de Wendy, un texto de Benet i Jornet – «responsable de la buena salud de la dramaturgia catalana actual» – dirigido por Oriol Broggi.
Una de las grandes apuestas a largo plazo es la ambición que la dramaturgia se una al pensamiento y el compromiso social y que el público se incorpore a los procesos de creación artísticos. «Faltan dramaturgos conectados a la sociedad que ayuden a construir relatos fuera de los canales oficiales. Queremos propiciar que los autores, los expertos en crear relatos, entren en contacto de manera más participativa con la sociedad. No sólo queremos ganar nuevos públicos, queremos que los autores den un paso más para conectarse con el mundo«.
Esta apuesta se traducirá en la programación de cursos sobre pensamiento, el Obrador de filosofía y debates, pero también en la programación. A partir de ahora, explica Casares, la programación irá ligada a los temas de debate. Así, esta temporada, se apuesta por la cuestión migratoria del Mediterráneo, a través del ciclo Mar de Espejos, y La revolución de los géneros, en relación a la construcción de los géneros en la ficción. Además, se creará un consejo de pensamiento en torno a la revista (Pausa) para decidir los temas de la temporada siguiente. «Debemos crear espectáculos que interesen realmente a la sociedad y nos ayuden a pensar nuevas maneras de ver este mundo y de vernos a nosotros mismos», añadía Casares.
RESIDENCIAS EN ALEMANIA
En su apuesta por la creación, la Beckett apuesta también por un modelo de residencias de creación «a la alemana» implicadas en la toma de decisiones de la sala. Dos compañías, Obskené y Sixto Paz, y una dramaturga, Marilia Samper, serán los primeros en estrenar espacio. Samper, que considera que los últimos años las administraciones públicas han abandonado la apuesta por la dramaturgia que se había hecho, ha resaltado la importancia de un teatro, como la Beckett, que apueste por la autoría. Además, se mostró «orgullosa» de ser la primera autora, con la declaración de intenciones que supone apostar por una «mujer e inmigrante», en residencia.
Texto y fotografía: Mercè Rubia