Por Aída Pallarès / @aidapallares
“La escribí pensando en ellos” me confiesa el argentino Lautaro Perotti. Acaba de presentar en rueda de prensa Cronología de las bestias, la historia de una familia destrozada por la desaparición de su hijo hace más de diez años. Una familia que, incapaz de soportar el dolor de lo que pasó, se ve obligada a defenderse hasta las últimas consecuencias. El espectáculo se podrá ver hasta el 2 de diciembre el Lliure de Gràcia y el 7 de diciembre al Teatre Municipal de Girona.
Hace más de dos años, me explica, que tenía la obra en la cabeza, sabía de qué quería hablar y, sobre todo, a quién quería: Carmen Machi, Pilar Castro y Santi Marín. Claro y conciso. “La acabé de escribir, se la pasé y les encantó. Después ya busqué el resto del reparto”. Pero topó con la realidad: No podían empezar a ensayar hasta medios de 2017, cuando las agendas de todos ellos empezaban a vaciarse. Así pues, Perotti – uno de los fundadores de Timbre 4– decidió montarla antes en Buenos Aires, donde ha disfrutado, por cierto, de una gran acogida entre crítica y público.
Mientras otros medios entrevistan a Carmen Machi, que pocos minutos antes ha confesado que el de Cronología es el personaje más difícil que ha interpretado nunca, nos sentamos en una de las mesas del bar del Lliure y le pregunto cómo es volver a un texto que ya has trabajado, en una obra que ya has ensayado y montado pero con otros actores. Perotti se lo piensa pero no tarda en contestar. Tiene claro que hacer Cronología de las bestias con estos actorazos “era un regalo que me estaba dando la vida o que yo me estaba generando” y, por lo tanto, no se podía permitir transformarse en una especie de franquicia, hacer productos en serie. “Si tenía la oportunidad de trabajar con estos actores, lo tenía que aprovechar. Pero también por propia diversión” me explica. Evidentemente, una vez empiezas el proceso de ensayos, todo se va modificando. Nunca queda igual.
Más allá de la ilusión de trabajar con Machi, Castro y Marín, uno de los motores para parir Cronología de las bestias, era investigar alrededor de la estructura dramática: “Estamos todos entrenados para con dos o tres datos que hemos visto en la tele o escuchado en la radio, sacar conclusiones de cómo han ido las cosas e incluso actuar en respuesta a esta conclusión y me parecía interesante proponer una estructura que generara en el espectador este ejercicio. Uno se acomoda y piensa que la obra va de tal cosa y a los cinco minutos te das cuenta de que no. Y cuando vuelves a acomodarte y construir una teoría, pasa lo mismo. Y esto pasa hasta el final”. De hecho, por Perotti el espectador es un personaje más. Es él, somos nosotros, los que tendremos que completar la obra.
A esta inquietud por la estructura y la puesta en escena – dividida en dos realidades – se suman cuatro elementos más: Un caso policial que había leído, Los árboles mueren de pie, de Alejandro Casona, – que “no tiene nada a ver pero habla del engaño y autoengaño para poder sobrevivir”- y el interés de Perotti para entender la figura del apropiador. “¿Cómo hago creer a un chico que es hijo mío? Si parto de esta mentira fundacional, ¿qué red de mentiras tengo que sostener a lo largo de la vida para seguir creyendo en esto?” reflexiona. Una pregunta, eso sí, que, más que como influencia, funciona como disparador. Como detonante para empezar a escribir. Cuarto ingrediente: la familia. En Argentina, me explica, la familia está muy presente. “Ahora estamos reformulando el concepto de familia y la construcción de una familia, pero en cambio no se cuestiona”. La familia es una pequeña muestra de cómo es la sociedad, por eso tenía muy claro que todo tenía que pasar alrededor suyo”. Antes de encender la batidora, Perotti añadió un último elemento: el humor. “La obra sólo era digerible con humor” concluye.
Por Aída Pallarès / @aidapallares