DANZA

Las texturas emocionales del cuerpo

Jordi Sora Domenjó

Auguste Rodin es el escultor de la fisicalidad, de la ideación muscular, de la desnudez, con un claro retorno al espíritu de los antiguos griegos, en la constatación de la imagen corporal como elemento intrínseco de belleza y fortaleza. Los expertos lo consideran el fundador de la escultura moderna, paradójicamente desde aquella recuperación del cuerpo como textura emocional.

El bailarín y coreógrafo Sergio Bernal así lo entendió en una de sus visitas a París y experimentó en vivo, siendo muy joven, esa tensión expresiva de la obra del escultor. Tanto que mantuvo la idea de dedicarle una obra años más tarde, tras finalizar su paso por el Ballet Nacional de España, primero como solista y durante tres años y hasta 2019 como primer bailarín. Momento en el que funda su propia compañía.

Tres son las esculturas centrales de la obra Rodin: Torse d’Homme Louis XIV, también conocida como Torse de l’Homme qui tombe (“Tors del hombre que cae”), ocupa la primera parte. Es muy explícita la relación temática entre el poder del cuerpo, el personaje y la presencia escénica del propio Bernal, cincelado a golpe de disciplina clásica, neoclásica, flamenca y apuntes de contemporánea. De hecho, el espectáculo bebe de todas estas fuentes, como para representar el momento de conexión que el propio Rodin significó para el arte de la talla y el modelado.

Para Sergio Bernal todo es solución de continuidad y las diversas disciplinas de la danza se entrelazan como base necesaria para la construcción de su discurso coreográfico. Ninguna queda excluida. Del mismo modo que en la segunda parte del espectáculo aborda otras cuestiones de interés para el artista, nuevamente a través de conocidas esculturas de Rodin: El beso y El pensador. Las otras caras de la humanidad, reunidas en un gesto fijado en mármol y en fundición de bronce, ambas en referencia a la Divina Comedia de Dante Alighieri.

Dar vida a estas piezas, estáticas pero llenas de vida, quietas pero en continua expresión, es la gran apuesta de la obra que podrá verse en el Teatre Victòria. Otra paradoja que se construye desde los opuestos: la danza, como creación efímera; frente a la escultura, como arte inmóvil. Esta mixtura de lenguajes es lo que hace realmente singular esta propuesta.

Más información, imágenes y entradas:

Escrito por

Profesor y crítico de danza. Autor del blog especializado en crítica de danza contemporánea escena de la memoria. Formado en el ámbito de las humanidades y las ciencias de la educación. Colaborador habitual de las revistas Susy Q, Tiempo de las Artes y Teatro Barcelona.

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