Una veintena de barceloneses interpretarán en el Mercat de les Flors la emblemática obra del coreógrafo francés Jérôme Bel, The show must go on.
Bel quiere explorar qué ocurre en un espectáculo, romper la jerarquía entre actores y público, experimentar con el cuerpo y el vestuario de los bailarines, con las expectativas de los espectadores. Y en su quinto trabajo lo hace con una coreografía «que podría interpretar cualquier», pero sin renunciar a un alto nivel artístico que la convierte en una obra muy importante para el mundo de la danza, ha explicado el director del Mercat, Francesc Casadesús.
HOOLIGANS TEATRALES
En su estreno en París en 2005, en el Théâthre de la Ville, un crítico llegó a dar una bofetada a otro. «Fue el día que más miedo he pasado encima de un escenario -ha explicado Dina Ed Dik, asistente de coreografía de la obra-. El público gritaba: ¡Íros a dormir! ¡Marchaos! ¡Bel, si te encuentro te mato!«.
«Pero otros los hacían callar!», agrega Frédéric Seguette, que organiza el espectáculo en Barcelona, junto con Ed Dik. Como en un partido de fútbol, el público estaba dividido en dos aficiones defendiendo «visceralmente» su color: por un lado, estaban los que «no podían soportar lo que veían», se sentían estafados por los intérpretes no profesionales y su falta de virtuosismo, por la cotidianidad de sus movimientos, por la dilatación del tiempo del espectáculo.
Por otro lado, estaban los maravillados por el juego de ruptura del artificio escénico que propone Bel: un segundo grupo que dominó cuando interpretarla en Nueva York. Un entusiasmo que ha llevado el espectáculo a girar todo el mundo: desde Japón y Corea, hasta América del Sur. Diez años más tarde visitan Barcelona, tras ser el Reino Unido, con México como próxima parada.
UN ESPEJO DEL PÚBLICO
Los 20 bailarines que conforman el elenco varían según la ciudad que visitan, para así lograr crear, en el escenario, «un espejo del público», un hecho que encontraban difícil cuando bailaban intérpretes europeos ante espectadores asiáticos.
Para la versión catalana, el Mercat organizó un casting que reunió cerca de 250 candidatos. «Queríamos hacer un mapamundi de Barcelona, una fotografía de la multiculturalidad de la ciudad», donde no sólo ha habido cabida para cuerpos de diferentes formas y edades, sino también diferentes capacidades, incluyendo un discapacitado psíquico y un participante en silla de ruedas, apuntó el director de la sala.
UN ESPECTADOR ACTIVO
Un DJ sobre el escenario pincha temas pop, conocidos, que a menudo activan recuerdos y emociones que tenemos en la memoria: desde The Police hasta Queen -que da nombre a la obra con el título de una canción-, pasando por Edith Piaf, Lionel Richie, Mark Knopfler, Nick Cave, David Bowie, John Lennon y Paul Mac.
Esta cotidianidad musical da a la pieza una riqueza a nivel de lectura: «Tiene muchas puertas de acceso -ha explicado el bailarín Pere Faura, que participó en una decena de funciones de la obra-. Se puede hacer una lectura a través de la memoria que evocan las canciones pop, o se puede llegar a hacer un análisis teórico de los espectáculos teatrales «.
Los temas suenan enteros, de principio a fin, sin cambiar de uno a otro como hacen habitualmente los pinchadiscos de las discotecas o las emisoras radiofónicas -ha observado el bailarina. Cada canción sirve para tratar un tema concreto, que se mantiene durante los minutos que dura, lo que lleva al espectador a «reflexionar» y no sólo «consumir», a una postura activa mentalmente. Una proactividad que, según ha explicado Seguette, en Francia incluso llevó a un hombre del público, al finalizar el espectáculo, a subir al escenario y ponerse a bailar.
Texto: Neus Riba
Foto: Mercat de les Flors
