De las cavernas oscuras emergen los cuerpos. Del blanco y el negro, hacia el abismo, el acantilado. Falaise, la nueva propuesta de Baró d’Evel, parece resurgir de la génesis temprana, del 1 + 1, del yin y el yang de Là. «Falaise es la segunda entrega del díptico Sur la falaise, pero sin ser realmente la continuación. Más bien lo contrario; el guante se ha dado la vuelta «, explica Barbara Métais-Chastanier, la dramaturga.
Falaise (acantilado o precipicio en francés) recupera los colores primarios que vuelven a teñir el escenario y los trajes de los intérpretes, unos artistas que protagonizan una especie de ritual o ceremonia en movimiento que encuentra su fuerza en la unidad de un grupo impulsado por una misma energía. El bicromatismo es clave para entender una compañía de circo que hace tiempo que cuesta definir. «En Francia lo que hacemos se llama indisciplina», comenta Blai Mateu. Baró d’Evel comenzó su historia hace veinte años con Camille Decourtye y el mismo Mateu, hijo de Tortell Poltrona. Quince montajes han situado este proyecto de circo franco-catalán como uno de los más bellos y fascinantes del panorama circense mundial. Acrobacia, danza, performance e incluso ópera conviven en sus montajes con animales-intérpretes, desde el desaparecido caballo Bonito de Bèsties al cuervo Gus de Là. Para Decourtye, acróbata criada entre caballos, «la generación de espacios donde las personas y las bestias colaboren es una de las posibles soluciones en un mundo que cada vez tiene menos sentido».
Pero si en Là hablaban del aquí y el ahora, en Falaise se aventuran en el abismo. «Hemos atravesado al otro lado del muro, al otro lado del mundo. Esta vida hormigueante que desborda las paredes«, relata Métais-Chastanier. Un mundo orquestado donde los de Evel recuperan la troupe: más amigos y más animal. A los intérpretes de Bèsties se suman Oriol Pla, María Muñoz y Pep Ramis, integrantes de la compañía de danza Mal Pelo. En un espacio que ya no es un cuadrilátero, los artistas evolucionan, suben, caen y se deslizan mientras el caballo y los pájaros se mueven libremente por la escena. Se trata de la constitución de una sociedad temprana, tras el iniciático de Là, cada vez más abiertos al nuevo mundo. La secuencia siguiente donde todo parece suspendido.
Cerca del acantilado. Circo metafórico y alejado del repique de tambores y del «más difícil, todavía» del circo tradicional. Circo en estado puro.
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