‘El techo amarillo’ es donde perder la mirada cuando el resto del mundo es demasiado malo y nocivo para querer bajar la vista y ver qué es lo que ocurre en nuestro plan terrenal, pero también es El techo amarillo la nueva referencia cinematográfica de carácter documental que llega hoy a nuestras pantallas.
El documental gira en torno a la figura del docente teatral Antonio Gómez, que durante una veintena de años impartió clases de teatro en el Aula de teatro de Lleida, así como los testimonios de algunas de sus alumnas a lo largo de los años y de su testimonio de cómo fueron manipuladas y abusadas durante su primera y segunda adolescencia por parte de Gómez y alguno de sus colaboradores. La mayoría de ellas ahora en la treintena o incluso subiendo ya los cuarenta, nos narran sus experiencias personales con él durante sus clases, giras y relaciones fuera del Aula.
Un documental sobre los abusos en el Aula del Teatro de Lleida
La pieza, firmada por Isabel Coixet, es una repuesta exposición de los hechos que sugiere y sugestiona desde la incredulidad hasta las náuseas a quienes lo ven, porque parece imposible que los hechos allí expuesto sean verídicos y que hayan sido sistemáticamente silenciados por parte de instituciones, autoridades y por sí mismas para no poner en riesgo el nombre del Aula hasta que la burbuja y presión por el malestar generado para ver que seguía ejerciendo con impunidad, ha sido demasiado grande para no estallar.
El procedimiento de Gómez siempre contó con cierta complicidad por parte de la institución, de la que él mismo acabó ser presidente, y con la de ciertos compañeros y docentes del Aula como era el caso de Rubén Escartín, ahora renacido como chamán y facilitador de todo tipo de terapias alternativas y supercherías. Otros compañeros aplicaron la máxima budista de los tres monos sabios, que no ven, no sienten y no dicen (el mal).
Esta omisión, tanto del hecho delictivo como del socorro en sí mismo, es la que permitió que Antonio Gómez actuara con total impunidad a lo largo de los años. Casi dos décadas en las que los abusos y humillaciones se repitieron de forma reiterada dentro del Aula de Teatro de Lleida por parte de su profesor estrella y después director. En lo que, a través de un comportamiento sectario de alumnado escogido o no (en función de su belleza y disposición a dejarse seducir), hacía todo tipo de juegos y ejercicios presuntamente teatrales en los que siempre había un mensaje y carga sexual y en lo que él, como docente, siempre intervenía. Mezcándose con su alumnado menor de edad en estos ejercicios haciendo todo tipo de tocamientos o aduciéndolos al fantasma del edificio, Zacarías.
Sin embargo, las más iniciadas en su culto acababan visitando a Antonio en su casa o compartiendo habitación con Antonio Gómez en la compañía joven que él mismo fundó para potenciar las intérpretes emergentes locales, La Inestable 21. Compañía con la cual recorrió diferentes ciudades de la geografía nacional e incluso en el extranjero durante años. Con un Gómez como líder espiritual, que alternaba su papel de director y amante de sus miembros. Siempre sabiendo qué decir y cuándo detenerlo para que su procedimiento y modus vivendi nunca se agotara.
Sólo gracias a la entidad Dones a escena, conformada por las primeras víctimas que se dedicaron a denunciar la situación, se está volviendo a poner en marcha la demanda criminal hacia Antonio Gómez para saldar con años de impunidad dentro y fuera de nuestras fronteras. Pues, por ahora, todas las actividades delictivas que fueron denunciadas por parte de las alumnas protagonistas del documental han prescrito, y Antonio Gómez se encuentra desaparecido. Pero se confía en que nuevas denuncias puedan reabrir el caso y poder reparar el mal cometido durante todos estos años y que, desgraciadamente, se repite en muchos centros y ámbitos de la docencia y creación teatral, como el mundo audiovisual, el deporte y el mundo empresarial. Cualquier ámbito en el que las diferencias y situaciones de poder están exageradamente delimitadas y donde unos pueden atreverse a desdibujar los límites de otros en beneficio propio.
El techo amarillo, planteado y sobrevivido como una infinita catarsis de repugnancia, es el que resignadamente miraba a una de las afectadas, en ese momento menor de edad, mientras Gómez repetía una vez más su sistemático y sistematizado procedimiento para poder abusar con total impunidad de sus alumnas, perdiéndose en ese cítrico color. Como también podría ser aquel Empapelado amarillo donde Charlotte Perkins Gilman veía la silueta de una mujer que habitaba dentro de este empapelado y que luchaba contra los damasquinados para no ser estrangulada, o como El Rey de amarillo de Robert W. Chambers, la complicada pieza metaliteraria que contiene una obra de teatro que enloquece a todos aquellos que se atreven a leerla y representarla. Una pieza que contiene el fúnebre canto de Cassilda: “Canto de mi alma, ha muerto mi voz. / Muere, sin ser cantada, como lágrimas no derramadas / que se secan y mueren en la / Perdida Carcosa«.
Gómez es como el innominable Rey de Amarillo de la representación, al que no le hace falta quitarse su máscara, porque hasta el momento siempre ha mostrado su rostro verdadero. Un rostro que ha sabido diezmar cuerpos y conciencias, anulando voluntades y ataconándose de almas jóvenes, sedientas de nuevas experiencias, que hicieron lo posible por vivir todas las experiencias que Gómez hábilmente sugería en su propio beneficio y que las hacía incapaces de saber si las sombras que se proyectaban frente a la lámpara de queroseno eran ficticias o del todo verdaderas.
Ahora, al parecer, este Rey de Amarillo ha regresado a su Carcosa sin poder reparar su reputación. Aún actuando como una entidad más allá del bien y del mal, no simplemente siente y existiendo para todos los que tiene a su alrededor en Carcosa. Esa Carcosa que se encuentra mucho más allá de un físico o mental, que hace imposible encontrarla en los mapas. Sólo se encuentra en el inconsciente de las almas que se quedan allí, con los ojos clavados en el techo, dejándose engullir y perdiéndose dentro del cremoso color.