En pocos años, El hilo invisible de Míriam Tirado y El monstruo de colores de Anna Llenas se han convertido en dos fenómenos de la literatura infantil contemporánea. Sus cuentos, leídos en todo el mundo por familias y docentes, han dado el salto a los escenarios convertidos en espectáculos que reivindican el teatro como un lugar para sentir, crecer y poner palabras a aquello que cuesta expresar: las emociones.
Cuando la hija de Míriam Tirado tenía tres años, le preguntó para qué servía el ombligo. De aquella conversación nació El hilo invisible (2020), un cuento que ha vendido más de 200.000 ejemplares y que habla de los lazos que nos unen a las personas que queremos, incluso cuando no estamos físicamente. “Los niños entienden mejor a través de los cuentos, porque ven cosas que les resuenan por dentro”, explica Tirado, periodista y consultora de crianza consciente.
La obra se ha convertido en un musical familiar de éxito dirigido por Alícia Serrat, con dramaturgia y música de Víctor Arbelo y Daniel Anglès, y un reparto encabezado por Beth Rodergas en Barcelona y Nerea Rodríguez en Madrid. Tras una primera temporada de éxito en el Teatre Goya, el espectáculo vuelve a partir del 22 de diciembre.
Antes de que El hilo invisible uniera ombligos, otro personaje había puesto color a las emociones. El monstruo de colores (2012), creado por Anna Llenas, es uno de los álbumes infantiles en catalán más traducidos, con más de tres millones de ejemplares vendidos. Su mensaje es sencillo y universal: cada emoción tiene un color, y aprender a identificarlas nos ayuda a vivir mejor.
El cuento también se ha adaptado en un espectáculo de títeres y música, pensado para niños a partir de tres años, que puede verse hasta el 25 de enero en el Teatre Condal. En escena, un monstruo viaja por un universo cromático donde las emociones se pueden ver, escuchar y tocar. La adaptación mantiene el espíritu original: ayudar a los más pequeños a reconocer lo que sienten y a los adultos a acompañarlos. “Es un cuento sencillo pero revolucionario”, decía Llenas, “porque da voz a lo que antes se escondía: las emociones son parte de lo que somos, no un problema que resolver”.
Tanto El hilo invisible como El monstruo de colores forman parte de una nueva generación de espectáculos familiares que combinan arte y pedagogía. Su éxito no radica únicamente en la calidad escénica, sino en la capacidad de hablar con naturalidad de sentimientos. En platea, niños y adultos se reconocen. Y quizá aquí resida su fuerza: en recordarnos que, a cualquier edad, todos necesitamos poner color a lo que sentimos y agarrarnos a algún hilo invisible cuando todo parece moverse.
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