La Tristura, una de las compañías más transgresoras del Estado, aborda la cuestión de los niños robados desde la Guerra Civil a finales de los años 80 a través de palabras, imágenes y música. Sólo el 22 y 23 de julio en el Mercat de les Flors.
Cine no es una obra sobre el séptimo arte, ni mucho menos, a pesar de que sus autores la definen como una ‘road movie’. Cine es el viaje de un hombre joven en busca de su identidad. Un niño robado que, aunque lo ha sospechado durante años, nunca hasta ahora se ha atrevido a dar el paso de investigarlo y que se encontrará con situaciones que no sólo le irán revelando su historia, sino también la del su país.
«Hace casi tres años, un amigo nos contó que sospechaba que era un niño robado. Él sabía que era adoptado, pero a pesar de que había intentado mediante todos los mecanismos legales posibles saber quiénes eran sus padres biológicos, no lo había conseguido. Siempre habíamos oído hablar de los casos de los hijos robados a desaparecidos durante la dictadora argentina, pero no de los de aquí. Desconocer un hecho tan grave de nuestro propio país, hizo que nos pusiéramos a investigar«, explica Celso Giménez, coautor y codirector de la obra con Itxaso Arana.
Este primer caso, que les sirvió de punto de partida, es de un hombre nacido entre mediados y finales de los 70, tras la muerte de Franco, pero hay cientos de miles y se remontan desde finales de la Guerra civil. Fue la aprobación de la Ley de Memoria Histórica en 2007 lo que hizo que se empezaran a conocer casos de hijos de republicanos arrebatados a sus padres para educarlos «en la afección al régimen». Después se sumaron cientos de denuncias de desapariciones, que se extienden desde los años 50 hasta los 90. Madres y padres a quienes habían engañado haciendo creer que sus criaturas habían muerto al nacer, fueron confirmando sus sospechas de que no era cierto. Lo que había comenzado como una cuestión política, se había convertido también en un negocio. Se sabe que las familias adoptivas llegaron a pagar 200.000 pesetas.
En 2011, más de 200 afectados presentaron una demanda colectiva ante la Fiscalía General del Estado para identificar a los responsables. Hasta ahora ha sido difícil poner nombres y apellidos, pero las asociaciones de afectados tienen clara la implicación del régimen franquista y las instituciones religiosas.
La Tristura, con más de 10 años de trayectoria, apela con esta pieza en «la valentía, la búsqueda de la identidad desde un lugar totalmente íntimo, pero con consecuencias políticas». Y es que entienden el teatro como «un lugar donde revelar secretos». «Los niños robados son todavía un fenómeno oculto del que apenas se habla en nuestro país. Se calcula que desde la Guerra Civil ha habido 300.000. En Argentina, para dimensionar la cifra, se cree que son 500 «, explican.
ENTRE EL DOCUMENTAL Y LA FICCIÓN
Aunque en un inicio contemplaron la posibilidad de que fuera su amigo quien interpretara el papel protagonista, finalmente decidieron que lo hiciera el cantante asturiano Pablo Und Destruktion. «Habría sido demasiado duro y habría demasiada verdad. Nos interesa la ‘fricción’, la mezcla entre el documental y la ficción «, explica Arana, que comparte escenario con el cantante y la actriz Fernanda Orazi. Aparecen también 5 niños y niñas que seleccionan en cada ciudad donde van. «Aparecen muy puntualmente, por lo que sólo necesitamos hacer dos o tres sesiones de ensayo», explica la actriz y directora.
La particularidad del espectáculo, sin embargo, es otra. Y es que el público sentirá el espectáculo a través de unos auriculares y verá los actores a través de una pared transparente de metacrilato.La Tristura sigue así su interés por la exploración de nuevas formas de expresión y lenguajes escénicos contemporáneos que, hasta ahora, sólo se ha podido ver en una ocasión en Barcelona.Hay que remontarse nueve años atrás, cuando presentaron Años 90. Nacimos para ser estrellas en el Antic Teatre. Desde entonces han crecido, se han consolidado y han conseguido que sus estrenos sean todo un acontecimiento en la capital del Estado.
Texto: Mercè Rubià