Del 28 de septiembre al 5 de noviembre, la directora y dramaturga Carlota Subirós estrenará en el Teatre Nacional de Catalunya su particular adaptación de la célebre La plaça del Diamant. En esta coproducción del Festival Grec y el TNC, reencontraremos la Natalia de Mercè Rodoreda con una mirada caleidoscópica donde cobran gran importancia la palabra, la música y la sonoridad.
Teatro Barcelona: Es la segunda ocasión que llevas Rodoreda a es. En 2008, con motivo del Año Rodoreda, hiciste una aproximación a la escritora a través de sus textos: Rodoreda. Retrat imaginari, que pudimos ver en el Mercat de les Flors.
Carlota Subirós: Ese encargo, a partir de la obra más amplia, me descubrió la profundidad de su escritura y biografía. Me impresionó mucho su mundo, fascinante y valioso. Fue entonces cuando leí por primera vez La plaça del Diamant. La propuesta de ahora ha caído en terreno abonado.
Con éste espectáculo debutaste este pasado verano en el Teatre Grec! ¿Es un reto en muchos sentidos, verdad?
Inmenso. Fue un grandísimo respeto, y emoción e ilusión. Se me hacía difícil ver cómo podía escenificar una vida centrada en una experiencia personal muy ahogada, pequeña, íntima, ligada a la vida cotidiana ya los objetos más pequeños. Que en ningún momento hubiera un vuelo épico de grandes palabras y gestualidades, sino que estuviera mucho más atenta al por menor. Y además, la obra es tan conocida y querida y se han hecho tantas versiones… He querido ofrecer una nueva mirada desde una perspectiva contemporánea arraigada en el imaginario cultural. Un gran reto con todo lo estimulante.
«La plaça del Diamant contiene la memoria de madres, abuelas, hijas, limpias, bisabuelas…»
¿Cómo la has concebido?
La escritura de Rodoreda es tan preciosa, exquisita, desgarradora y elegida palabra a palabra que, ya de entrada, descartamos cualquier forma de reescritura. El material textual es un destilado de la novela. Nos dimos cuenta de que, realmente, es un soliloquio de Natalia. Sí aparecen otros muchos personajes, pero todo lo cuenta ella rememorando su vida. La voz de Natalia es el hilo conductor de la pieza.
Pero no habrá una única Natalia…
No. Haremos resonar esta voz con once intérpretes de edades diferentes y recorridos diversos y con una perspectiva contemporánea de multiplicidad, diversidad y fractilidad (¡como un espejo roto!). El texto no lo trasladamos del universo de la obra, pero escénicamente es una apuesta nada historicista, nada naturalista, cercana a la instalación.
El reparto (100% femenino!) lo conforman las diez actrices Lurdes Barba, Màrcia Cisteró, Montse Esteve, Paula Jornet, Vicenta Ndongo, Neus Pàmies, Anna Pérez Moya, Alba Pujol, Yolanda Sey y Vanessa Segura, y la música en directo de Clara Aguilar.
Es un equipo extraordinario. Los tres días de lecturas que ya hemos hecho -mañana empezamos los ensayos- han tenido una enorme potencia. Apostamos muy fuerte por la coralidad. Ninguna de ellas es más Natalia que otra. Además, muchas cantan o son cantantes y pueden jugar con la musicalidad de la palabra y la sonoridad de forma muy rica. Existe un concepto fundamental: el de la caja de resonancia. La grada se convertirá en una gran oreja para escuchar la voz de esta humilde mujer de Gràcia, que no es una gran protagonista de la historia, sino de su historia y, al mismo tiempo, es también la voz de muchas mujeres. Iremos transitando por el personaje y cada uno acabará haciéndose la propia imagen, que no será ninguna de ellas, entre todas habrán convocado una. En los años 80, con la película, se plasmó con una fuerza emblemática en la actriz Sílvia Munt y para muchas generaciones esa fue la encarnación total. Me gustaba la idea de no intentar realizar esta operación, de no buscar quién sería la nueva Natalia, sino de mirarlo desde otro lugar con infinitas posibilidades.
Uno de los propósitos ha sido investigar cómo se transmiten y transforman de una generación a otra las vivencias de las mujeres.
La plaça del Diamant contiene la memoria de madres, abuelas, hijas, limpias, bisabuelas… Es un río de vida que llega a nuestros días. Observamos cómo nos encontramos con algunos gestos de la vida cotidiana y de los cuidados que han constituido una parte tan grande de la vida de las mujeres. Son gestos muy íntimos que hacía tu madre o tu bisabuela y vemos lo frecuentes o infrecuentes que se han llegado a hacer.
El espectáculo ha tomado una clave de género muy fuerte. ¿Interpelará todo el mundo?
Hablamos de un personaje femenino con una historia muy marcada por el género: le ponen un nombre que no es el suyo y que le identificará toda la vida, debe asumir decisiones que no toma ella misma, será madre mucho joven y se ocupará de la crianza de los dos hijos sola (y con la herida central que implica la guerra, que la hará luchar por sobrevivir en condiciones de miseria y pobreza y en una soledad extrema)… Pero no queremos que sea leído como a reduccionista, como si sólo pudiera interesar a las mujeres. Rechazamos la “literatura de mujeres” o el “teatro de mujeres”. Los grandes clásicos nos interpelan siempre por su vigencia universal y, además, la obra transcurre por las calles y plazas de nuestra ciudad.
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