Anna Mª Ricart: "El humor es una forma de enfrentarte a la vida y de transitar a ella"

Núria Ferré Nadal

Tiene más de 50 años y un día decidió que tenía que volver a empezar, como la protagonista de su obra, Obsolescència Programada, recién estrenada en la Sala Beckett. La dramaturga Anna Maria Ricart Codina, hace años dejó su trabajo en la redacción de Catalunya Ràdio para dedicarse a su verdadera pasión, el teatro y la dramaturgia. La experiencia le da un aire de serenidad y seguridad en sí misma, que le permite sentirse más libre a la hora de escribir. Sin embargo, no deja de sufrir por cuál será la acogida de su última propuesta, un texto personal, íntimo, que destila ternura, a pesar de la dureza de algunos momentos, que también compensa con un finísimo sentido del humor. Como cuando el pasado de la protagonista está presente en la obra en forma de recuerdos, y se pregunta qué vida ha vivido hasta ahora, si la ha sabido aprovechar, si ha merecido la pena.

Teatro Barcelona: Aparte de estrenar nuevo espectáculo en la Beckett, Anna Maria es la flamante ganadora del Premio de la Crítica a la Mejor Dramaturgia o Adaptación por Encara hi ha algú al bosc, (TNC 2021), basado en los relatos de supervivientes de violaciones durante la guerra de Bosnia.

Ana Maria Ricart Codina: No me la esperaba y me hace mucha ilusión por qué es un proyecto que he trabajado con un grupo de gente muy entregada, durante más de tres años. Como dije en la gala, dedico el premio a las mujeres que nos contaron sus historias. Sin su generosidad no hubiera sido posible.

«En el mundo teatral la figura de la mujer de 50 años aparece como madre, pero no como protagonista, con sus cosas, su mundo interior»

Hablemos ahora de Obsolescència Programada. Su protagonista es también una mujer, de más de 50 años (interpretado por Victòria Pagès). ¿Por qué has decidido escribir sobre lo que le ocurre a una mujer de esa edad?

Por qué es lo que estoy viviendo, y también mi entorno, mis amigas. Pero es que, además, en el mundo del teatro hablamos mucho de la dificultad que representa para una actriz ser una mujer de más de 50 años, no encuentran papeles para ellas. La figura de una mujer de 50 años no aparece. Bien, aparece como madre, pero no como protagonista, con sus cosas, su mundo interior. Y una de estas cosas es la obsolescencia programada que tenemos las mujeres, que es biológica, que es real, cuando llega el momento en que usted no puede tener hijos. Y este hecho, se junta con el momento en que empiezas a ser invisible a nivel de deseo. Estoy hablando de una situación heteronormativa, hablo de los hombres, que ya no se te miran, y dices lo de, “¿cómo puede ser? como dice una amiga mía de teatro, “con lo que yo he sido”.


¿Te identificas con la protagonista de la obra?

Hay una parte de mí, por supuesto, pero no todo: como te decía también hay una parte que son mis amigas o fruto de mi imaginación. Representa a muchas mujeres de una generación determinada

¿Y no te sientes un poco expuesta?

Es curioso, yo que soy tan reservada, no lo vivo de esa manera.

A los 50 años a una mujer le llega la menopausia -la obsolescencia programada biológica- pero ¿también es el momento de darse cuenta del paso del tiempo?

Sí, a los 50 años también es el momento en que miras atrás, ves todo lo que has hecho, y cuando miras adelante, ves que ya te quedan menos años de los que has vivido hasta ahora… A menos que lleguemos a los 110, yo he dejado de fumar, pero vaya a los 110 no creo que llegue (ríe). También es un momento de plantearte qué has hecho con tu vida y qué quieres hacer a partir de ahora. A partir de ahí creé a un personaje que no estaba contenta consigo misma, con cómo vivía, con su papel en el mundo, no sabemos muy bien qué le pasa, pero ella quiere volver a empezar. Esto le ocurre también por qué estamos en una época en la que no arreglamos las cosas, sino que las tiramos y compramos nuevas, y no sólo me refiero a los objetos sino también a las relaciones personales…

«Estamos en una época en la que no arreglamos las cosas, sino que las tiramos y compramos nuevas. Me refiero a los objetos, pero también a las relaciones personales»

Pero ella lo que quiere es volver a empezar partiendo de cero y eso no es realista….

Sí, es además una idea totalmente ilógica, no puedes volver a empezar, no puedes volver a nacer de nuevo, es simbólico, es una metáfora, es una forma de decir: «No sé qué hacer, me detengo» , y me pregunto: «¿Qué estoy haciendo? estoy viviendo realmente, ¿qué me está pasando?». Ella piensa que las cosas no se pueden arreglar, que debe volver a empezar. En cambio, el personaje de Pere, que interpreta Albert Triola tiene la teoría de que todo tiene su sitio en este mundo y que todo puede arreglarse, que todo tiene su función.


¿Lo que quiere la mujer es una fantasía?

A mí me gusta decir que todo es muy real, por qué es lo que nos ocurre, por nuestra mente, pero la diferencia es que lo ponemos en escena: recuerdos, deseos, y también fantasías. Todo esto forma parte de nosotros, no nos es algo ajeno. Todos tenemos cosas en la cabeza, si pudiésemos ver lo que hay, sería brutal.

Ya se ve que la protagonista no es feliz, tiene un punto dramático lo que explica, pero en cambio en la obra hay mucho sentido del humor y el público ríe bastante…

El humor forma parte de la vida por qué es magnífico tomarse las cosas con humor y por qué a mí las cosas con un tono más trascendente, ya no me llegan tanto. Creo que las cosas, en cambio, llegan más desde la sencillez, la naturalidad, y el humor es una forma de enfrentarte a la vida, es una manera de transitar a ella. Me gusta que en esta obra haya momentos más duros, y momentos de humor por qué en la vida no lloras o ríes todo el rato.

«Obsolescència Programada es un texto con mucha ternura pero lleno de espinas»

¿En la obra también es muy importante el tema de la memoria, de los recuerdos?

A mí me gusta mucho este tema y quiero seguir explorándolo. Nosotros guardamos unos recuerdos y otros no. Y los recuerdos que guardamos muchas veces los transformamos para contarnos cosas de nuestro presente desde el pasado, pero lo que ocurrió realmente no fue eso. Por ejemplo, te cuento una anécdota. En el monólogo inicial de recuerdos de veranos pasados, la mujer dice «y subimos a los avellanos y nos hablamos de árbol en árbol». Cuando lo leyó Joan Negrié, que es de la zona de Tarragona donde hay avellanos, me dijo que era imposible subir a un avellano por qué es un arbusto y no tiene las ramas suficientemente fuertes, pero, en cambio, en mi memoria es así como lo viví y así lo he conservado. Por eso el monólogo sigue diciendo «¿eran avellanos o eran higueras?». Los recuerdos los construimos, por qué los necesitamos construir así, a veces a través de una imagen, a veces nos dicen que esto ocurrió así, pero no podemos saber si es cierto o no.

La obra habla pues de recuerdos, de la memoria, pero también de la desmemoria ¿no?

La protagonista no recuerda muchas cosas y en algún momento se pregunta: «¿Yo estaba? Aquello pasó realmente, si no me acuerdo? ¿He sabido vivir plenamente?». ¡Por qué quizás si hubiera sabido vivir plenamente, lo recordaría! Con mucha gente con la que he hablado o ha visto la obra compartimos esa sensación. A raíz de la obra mucha gente me ha dicho «a mí me pasa esto, que no recuerdo si he estado aquí, y alguien te debe decir: ¡si mujer, si fuimos a pasar un fin de semana! Y yo juraría que nunca estuvo allí…!».

El tercer personaje de la obra es la propietaria de la tienda, Marta, que interpreta a Gemma Martínez, y que es una mujer más joven.

La utilizo como metáfora de los nueve meses que la protagonista pasa en la tienda. Pero para mí también es importante que se vean dos mujeres, una que decide no tener hijos y la otra que sí, y sobre todo que no se cuestionan una a otra por la decisión que han tomado.


Tu sentido del humor también lo encontramos al final, sin hacer spoiler es, como mínimo, desconcertante, ¡no te lo esperas!

Al final vemos cómo los recuerdos de los tres confluyen: es una especie de recuerdo compartido. En la obra hay un intento de buscar en el pasado, que te puede sacar adelante en el presente. Si este presente a mí no me gusta, o no me siento bien, pienso: «¿en qué momento me sentía yo bien antes? ¿Cuándo era que yo me sentía de acuerdo con el mundo?». E ir a buscarlo. Y lo que ocurre al final también es que estos tres personajes encuentran una tribu. Como los niños que de nada se conocen, pero se encuentran en el parque y en dos minutos ya están jugando todos juntos. Ahora bien, no es un cuento de hadas, pueden ser felices o no. Ya veremos.

¿Cómo encaja un texto como el que has escrito en el momento actual?

No pienso y quizá debería pensar en ello. ¡Con lo que está pasando en el mundo, la guerra, la invasión rusa en Ucrania, y yo salgo con un texto tan personal para hablar de ternura, de amor, de buscar tu sitio en la vida! Es verdad que quizás no es lo que se lleva ahora, creo que a veces el teatro deja de lado la ternura, y que están más de moda textos que se expresan con mayor dureza. Un texto así puede que alguien lo interprete como demasiado blando. Sin embargo, para mí tiene muchas espinas, hay momentos muy duros bajo esta apariencia de ternura.

Entonces, ¿te preocupa que no se interprete bien tu propuesta?

No, no me preocupa. Yo dejé el periodismo y ya era mayor, empecé en el mundo del teatro y ya era mayor, y si el teatro no me va bien, haré otra cosa y ¡si no ya me recogerán los amigos! ¿no? Pero está claro que no sería humana si no me afectara cómo se recibe mi obra, todos tenemos nuestro ego, pero me digo a mí misma: «Anna es teatro, si va bien perfecto y si va fatal, pues mala suerte» .

«Estamos hartas de ir al teatro a ver a hombres de protagonistas y nosotros nos sentimos identificadas, ¿por qué no debe pasar lo mismo?»

¿Por qué cuando la protagonista de una obra es una mujer, hay gente que piensa que es una obra para un público sobre todo femenino?

No lo sé, ¡pero no es el caso! Estamos hartas de ir al teatro a ver a hombres de protagonistas y nosotros nos sentimos identificadas, ¿por qué no debe pasar lo mismo? Sí sale el tema de la menopausia que ellos viven de forma diferente, pero es un tema que debía estar por qué apenas se habla sobre un escenario. Yo creo que sentirte incómodo en este mundo, pasar un momento de “no sé qué me pasa, no sé si cuadro”, y querer detenernos puede pasarnos a todos.

En la representación de esta mujer de más de 50, tú no intentas maquillar la realidad…

Cara afuera todos intentamos hacer ver que tenemos 40. «Los 50 son los nuevos 40», dicen, ¡y no es verdad! Los 50 son los 50 y están muy bien, estamos todas estupendas y hacemos muchas cosas y no son los 50 de nuestras abuelas. Mi abuela a los 52 años, cuando tuvo el primer limpio, se dejó de teñir el cabello y se vistió de «abuela». Los tiempos han cambiado mucho, pero la naturaleza humana no y no podemos engañarnos por qué, en el fondo, es el mundo el que nos dice que debemos mantenernos jóvenes, sobre todo por la parte estética. Y no, yo soy una mujer de 50 años y esto está muy bien.

A ti qué te gusta más: ¿escribir tus propios textos o hacer adaptaciones?

Ambas cosas. Me encanta escribir mis textos y adaptarlo también, porque la materia prima ya es muy buena y porque te permite entrar en el mundo de otra persona. Ahora, sin embargo, me hace especial ilusión estar en Beckett porque últimamente había tenido poco tiempo para escribir mis textos.

¿Y cuáles son tus proyectos en marcha?

Después de Encara hi ha algú al bosc sobre las mujeres violadas en la guerra de Bosnia – que continúa de gira- estamos trabajando el segundo proyecto con Cultura i Conflicte que se centra en el papel de las personas mayores en nuestra sociedad. Ha habido un gran cambio de paradigma en pocas generaciones. La gente mayor, ha pasado de ocupar el centro de la familia, de merecer un respeto, a ser arrinconada e infantilizada. Por no hablar de cómo se le ha tratado durante la pandemia. Además, continúan las representaciones del Silenci dels telers, Barbes de balena y Les Supertietes.

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