Relevo generacional

Zona Franca

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08/11/2015

El joven Israel Solà, habitualmente vinculado a la compañía La Calórica y a los textos del dramaturgo Joan Yago, a fuerza de trabajo y buenos resultados, se está labrando una de las trayectorias más prometedoras de entre los nuevos directores de su generación. En esta ocasión, rescata una pieza de David Desola escrita en 2002 que trataba las penurias profesionales y la falta de horizonte por los jóvenes de los años noventa. Solà, que ya ha tocado el tema de la precariedad laboral recientemente en el espectáculo Sobre el fenomen de les feines de merda, vuelve a retratar con humor y acierto uno de los problemas más desalentadores del panorama social actual. El montaje tiene mucha gracia, buen ritmo y plantea un microcosmo absurdo que es, en cierto modo, una ingeniosa y crítica reinvención de Esperando a Godot de Samuel Beckett. Además, la química entre los dos actores, Pau Vinyals y el veterano Lluís Marco, es espléndida y enriquece el juego teatral propuesto por el autor. Hay que decir, no obstante, que su intento de trasladar la historia al momento actual no es del todo pertinente. A pesar de que la trama y el conflicto tienen mucho de nuestros días, la crisis de ahora tiene su propia idiosincrasia, con unos tópicos, unas preocupaciones y un lenguaje distintos, y una perspectiva de las cosas que no existía hace veinte años y que, por lo tanto, no está plasmada en la obra. En cualquier caso, el planteamiento de Desola tiene otros intereses más enfocados en la psicología de los personajes, su relación y ciertas reflexiones sobre la realización personal y vital más profundas de lo que, a primera vista, puedan parecer.

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