La angustiosa incertidumbre de ser actor

Yo Feuerbach

Yo Feuerbach
16/07/2016

El mundo de los actores, normalmente, interesa a la gente de teatro porque, más allá de las historias que nos transmiten, forman parte de un microuniverso artístico, creativo y misteriosamente mágico al cual la mayoría de personas no tienen acceso. Otras veces, la figura del intérprete trasciende y sirve como metáfora de la futilitat del ser humano que, sin un poder superior que lo dirija, se siendo perdido y angustiado. Yo Feuerbach se inclina por esta segunda vertiente y llena de espera beckettiana y reflexiones existenciales este diálogo entre un veterano actor y un joven ayudante de dirección. La obra plantea algunas ideas interesantes y funciona bastante bien cuando camina sobre la idea barroca del mundo como un teatro y la vida como una función teatral. Sin embargo, la potencia de su texto no tiene la poética suficiente para golpear nuestra alma, emocionarnos con sus palabras o invitarnos a una reflexión inmediata. La propuesta tampoco funciona del todo en su lado más realista debido a las constantes digresiones y por no dar demasiada importancia a la narración del conflicto entre los dos protagonistas que sirven, aparentemente, de vehículo de unas ciertas sensaciones. Así, el espectáculo, con todas sus virtudes y el excelente trabajo de Pedro Casablanc (especialmente, en los momentos de explosión más delirante), se queda a medio camino entre dos opciones, conformándose con complacer, sólo moderadamente, las expectativas creadas en el espectador con su punto de partida.

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