En cada función un actor/actriz o comunicador/a diferente, preferiblemente una cara conocida, sube al escenario. A su alrededor, una mesa con dos vasos de agua y una escalera. Llega el responsable de la obra y le entrega dos cosas: Una botellita de veneno y un sobre cerrado. Dentro se esconden un texto desconocido y una incógnita constante. Las únicas directrices: Leer en voz alta y clara y cumplir instrucciones.
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