Tal como viene a decir Voltaire hacia el final de la obra, sólo la cultura será capaz de salvarnos. Y esta idea, enmarcada en la obra dentro del contexto de la Ilustración, encaja muy bien con nuestro presente. Cada vez son más las voces que en este mundo convulso y tremendamente politizado abogan por un refuerzo del pensamiento y de la cultura en general. Y Josep Maria Flotats, con la elección de este texto de Jean-François Prévand, demuestra que defender un teatro de las ideas desde un teatro privado es también una señal inequívoca de optimismo y esperanza. Oiréis que se trata de un espectáculo de otro tiempo, por no decir un espectáculo pasado de moda, pero yo creo que su necesidad y excepcionalidad lo hacen ir un paso más allá.
Ver, y sobre todo escuchar, de nuevo a Josep Maria Flotats es siempre un regalo que no podemos dejar de hacernos. Y esta vez lo volvemos a escuchar en catalán después de muchos años, gracias a la magnífica traducción de Salvador Oliva. Flotats defiende cada línea, cada réplica, como si fueran dardos envenenados y de una gran eficacia. Demuestra estar en plena forma y seguir siendo uno de los grandes actores de este país, a pesar de sus 85 años. Aparte, destaca su generosidad hacia un Pep Planas que luce tanto como él en el papel del rival, un Rousseau que se muestra humano y vulnerable cuando la ocasión lo requiere.
En definitiva, un espectáculo que quizás precisa más atención que otros (el teatro filosófico es lo que tiene) pero que cumple con creces lo que se propone. Hacernos pensar un rato y entretenernos, a la vez, con dos de los personajes más complejos e interesantes del siglo XVIII.