Quizás nuestra visión es demasiado periférica para poder valorarlo con claridad pero existe la innegable sensación de que, en términos de ficción, el conflicto vasco siempre ha resultado un tabú difícil de abordar. Las veces que se ha intentado hacer ha sido desde el thriller o con dramas tan politizados que no dejaban demasiado espacio por la vertiente humana del problema. Afortunadamente, el tiempo y la nueva situación está dando paso a nuevas voces, más valientes, reposadas y profundas que no tienen miedo de explicar cómo se ha vivido todo desde dentro con la emoción como lenguaje vehicular. Viaje al fin de la noche es un conjunto de reflexiones llenas de aristas y matices que da luz al dolor, la rabia, el luto, el rencor, el remordimiento y otros sentimientos de algunos de los ciudadanos que tuvieron que sufrir en silencio circunstancias terribles. El espectáculo se narra desde una serenidad admirable. Tanto el texto como las interpretaciones son una mezcla entre fuerza y delicadeza, realismo y poesía, ciertamente sugerentes. Quizás la elección de las escenas puede parecer un poco aleatoria, en algunos momentos. Sin embargo, en conjunto, es una pieza llena de contenido, con momentos escalofriantes y otros llenos de belleza. Es curioso cómo, desde la Cataluña actual (y salvando todas las distancias), ciertos elementos de esta propuesta resuenan hoy como nunca antes lo había hecho
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