La tradición de musicales freaks dentro de la cultura anglosajona es bastante común, con títulos como The Rocky Horror Picture Show, Bad Boy o Evil Dead, entre otros. Los hermanos Olivé son conscientes del tema y es por eso que han escrito y dirigido una obra libre, descarada y gamberra, al estilo de las ya citadas. La diferencia es que en este caso no se elige una temática de género fantástico sino la biografía de uno de los pintores más conocidos de la historia del arte, a pesar de que viendo la obra te das cuenta de que hubieran podido elegir la vida de un pintor de paredes y todo hubiera funcionado igual. Realmente no interesa el personaje, sino cuatro referentes reales que nos lo sitúan en la historia, como su estancia en Arles o su amistad con Gauguin. El resto son diálogos que transitan por el absurdo, los chistes fáciles -y algunos de muy malos- y la escatología. Los gags se celebran desde el público como si fuera una sitcom, y en algún momento me sentí como si estuviera presenciando un capítulo de la reconocida serie británica Els Joves.
En cuanto a la cuestión musical, hay que decir que las canciones son frescas y participan del mismo espíritu juguetón de todo el espectáculo. Roger Pera, en el papel de Van Gogh, y Mingo Ràfols, en el de Gauguin, defienden la papeleta con el mejor sentido del humor. Para mí, sin embargo, la sorpresa ha sido Miquel Malirach, que compone el delirante personaje de la prostituta Úrsula Layer con un desparpajo y una energía envidiables. Por lo tanto, podríamos decir que es un espectáculo recomendable… pero no para todos los públicos, sino para aquellos que saben encontrar en el freakismo una fuente inagotable de placer artístico. Y creedme, no es nada peyorativo, sino un tipo de subgénero o estilo que con los años ha ido abriendo camino en cine, comic, literatura y otros muchos medios de expresión…