Cuando alguien escribe sobre un hecho dramático de su propia vida, el texto que se deriva siempre tiene algo que lo hace único, indestructible y muy personal. Claudia Cedó ya nos sorprendió hace tres años con Tortugues: la desacceleració de las partícules, un texto juguetón e ingenioso que convenció a casi todos, pero ahora nos sacude con la historia de un aborto no deseado. Y lo hace meditadamente, con la misma firmeza de sus primeros textos y con una estructura teatral que ha acabado convirtiendo el espectáculo en un éxito. La decisión de hacer una obra coral, de mezclar otros temas, de hacer aparecer un elemento incorpóreo y de dividir al personaje principal en dos son aciertos dramatúrgicos que redondean la pieza. El otro gran acierto ha sido el de elegir a Sergi Belbel para la dirección. Tal como ha hecho últimamente con otros textos de autores jóvenes (Sàpiens es un buen ejemplo), Belbel se pone a las órdenes de la historia y redondea el producto con una factura impecable. Los recursos escénicos -la nueva Beckett no había lucido aún tan espléndida- y la dirección de actores son dos de los grandes pilares en los que sustenta su trabajo. En definitiva, un espectáculo redondo y bien ejecutado, al que le pronosticamos una larga vida.
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