Caryl Churchill es una de las autoras británicas más prolíficas y reconocidas. Su ya larga carrera empieza hacia los años 60, y poco a poco va abandonando el naturalismo para instalarse en un teatro más vanguardista, en el que destacan temas como el feminismo o el abuso de poder. En Barcelona se han visto en los últimos años varias de sus obras: El setè cel, I jo només vaig escapar-me, Top Girls o El desig del cor. También hubo una versión de la obra que ahora nos ocupa en el 2007, dirigida por Jordi Prat i Coll, y con Andreu Benito i David Selvas de protagonistas.
Una còpia nos habla de la identidad, de quién somos ante el mundo y de todo aquello que hacemos para distinguirnos, para ser únicos e inimitables. ¿Tan terrible es que haya alguien similar a nosotros? ¿La clonación nos saca personalidad a nosotros mismos? ¿Nos disminuye o anula, como se insinúa en la obra? Todos estos temas, y otros muchos, afloran durante algo más de una hora entre un padre y unos cuántos de sus hijos, ya sea el original o las copias… Los diálogos pueden parecer simples al inicio, pero todo se va haciendo cada vez más complejo, más abstracto y más filosófico. A momentos, uno puede desconectar de todo lo que va sucediendo, sobre todo si nos quedamos en la trama y no conseguimos llegar más allá. Siento decir que yo fui de los que no llegó a traspasar del todo la frontera de la verosimilitud.
En escena tenemos solo a dos actores, aunque los personajes sean unos cuántos más. Y tenemos la suerte de que sean dos veteranos, dos actores experimentados que intentan atraparnos con un texto no siempre asequible. Lluis Marco, y sobre todo Raimon Molins en el rol más complicado, nos sirven una pieza de apariencia simple y de trasfondo endemoniado que hará las delicias de todos aquellos amantes de un teatro de ideas, reflexivo y nada obvio.