El otro día fui a ver esta obra con un amigo. Cuando salimos de la representación comentábamos lo que habíamos visto y es curioso que cada uno nos habíamos fijado en unos detalles diferentes, habíamos interpretado algunas partes a nuestra manera y no compartíamos algunas impresiones. Y de eso habla, en cierta manera, este texto, de cómo unos mismos hechos vividos por dos o más personas son recordados de diferentes maneras. Como, en realidad, cada uno tiene un recuerdo de la realidad que ha vivido.
Partiendo de un texto de Pinter de 1969, los dos personajes que salen a escena, interpretados por Bàrbara Roig y Pau Ferran, escenifican esta reflexión alrededor de la verdad de los momentos compartidos. Cómo una historia de amor puede serlo o no, según como la ha vivido cada parte implicada. Cómo cada recuerdo, con el paso de los años, se va transformando más en las emociones que nos transmite (o nos transmitía) que en los hechos en sí mismos.
Texto fesco y con mucho ritmo que plantea en el propio espectador la reflexión de la premisa de la cual parte. Roig y Ferran, espléndidos, captivan al público con su intensidad y emoción, se nota la entrega por el texto y la puesta en escena desde la primera botella que ponen en el suelo, hasta el último “café” que comparten, pasando por el momento estelar patrocinado por Janis Joplin y su Piece of my heart –quien diga que no la ha cantado o no se le han ido los pies con la melodía, miente-.
La puesta en escena es mínima, la necesaria en la medida que el texto la reclama. El único elemento que chirría son los audiovisuales. Su introducción es un poco brusca, pero eso podría quedar arreglado si durante su proyección quedaran más claro su papel dentro de la obra. Está claro que es la exposición de quien es el referente del texto –Pinter-, pero no acaban de funcionar como nexo entre la primera escena y todo lo que va después.
Es una producción interesante y entretenida, y deja en el aire el deseo de ver más trabajos de Ferran y Roig. Esta es mi anécdota, ¿y la tuya?