Nada más empezar la obra, mientras haces cola en la escalera del Maldà, uno ya se da cuenta que asistirá a un espectáculo diferente. De hecho, Un segundo bajo la arena empezó como espectáculo de calle en la Fira de Tàrrega, y un tiempo más tarde encontró en el Maldà el lugar ideal para encerrarse entre cuatro paredes. Al entrar en la sala nos encontramos un banquete a medio terminar, sin invitados y con las mesas sucias y las copas medio llenas… Poco a poco iremos sabiendo que nos encontramos en uno de los banquetes nupciales más famosos del teatro español, el de la tragedia lorquiana Bodas de sangre.
Los tres personajes que han quedado atrapados en el banquete nos muestran sus angustias (hay un punto de la existencialista A puerta cerrada, de Sartre), pero sobre todo intentan hacernos partícipes de la fiesta… o postfiesta… o lo que sea que quieran celebrar por última vez. Nos encontramos, pues, diálogos solapados, escenas paralelas, interrelación con los espectadores, etc. No es difícil encontrarse a gusto en este comedor improvisado, mientras un cantante todo vestido de blanco entona piezas tristes al piano.
Quizás no será un espectáculo perfecto. Quizás se nota demasiado su procedencia de calle. Quizás se podrían matizar algunas escenas de desmadre. Pero, sea como fuere, a momentos se produce la magia… y esto cuesta tanto, que ya solo por este motivo tenemos que pensar en el Colectivo Desasosiego como una de las compañías a seguir en los próximos años. Seguro que con ellos nos esperan grandes y bonitos espectáculos.