Resulta sorprendente cómo la fórmula de poner en escena una obra de Mouawad bajo la dirección de Oriol Broggi continúa funcionándole tan bien a La Perla 29, después de haberla repetido ya en tantas ocasiones. Más allá de las razones comerciales, se tiene que reconocer que los textos del autor libanés encajan a la perfección con el buen gusto y la sensibilidad visual de Broggi a la hora de abordar la tragedia humana. Esta vez, el espectáculo ha sido codirigido por Ferran Utzet y vuelve a tratar temas tan universales como la familia, la muerte, el luto y el dolor emocional. La sublime mezcla entre testigo y poesía, ahora, en forma de monólogo, atraviesan el corazón del espectador como un cuchillo afilado del que nadie puede escapar. Un entregado, meticuloso y delicado Ernest Villegas nos transporta con su interpretación a cada situación de la historia, cada emoción, cada imagen y cada golpe que recibe el personaje. Con la sencillez de los grandes relatos, la propuesta sabe tomarse el tiempo necesario para resultar inmersiva, hipnótica y emocionalmente magnética. También el espacio sonoro, las proyecciones y la iluminación vuelven a construir una ambientación magníficamente acertada. Quizás este universo empieza a resultar ya demasiado familiar y reconocido pero también es cierto que, con este nivel, es imposible que el amante del buen teatro se canse de volver a él.
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