Planificarlo todo al detalle no quiere decir que salga como se había previsto. Hay mucha casuística y, a veces, no es que vaya mal, es que todo se va al garete.
La nueva comedia de Jordi Galceran transporta a una pareja a una casa rural en medio de la montaña para pasar un fin de semana romántico, pero por lo que sea, menos romanticismo habrá de todo durante el tiempo que pasarán en el alojamiento.
El texto es una máquina bien engrasada que provoca sustos y risas con cada pequeño diálogo o acción que se vive en el escenario. Sergio Belbel dirige con experiencia y maestranza inconfundible la vis cómica de los intérpretes y los lleva a límites que ayudan a crear un ambiente divertido e hilarante en el patio de butacas.
Mireia Portas e Ivan Labanda, la parella recién llegada, son un tándem explosivo. Sus personajes se provocan y se alteran mutuamente manteniendo una energía al máximo en todo momento (debe ser muy cansado). Pero son Anna Güell y Luís Villanueva y sus personajes, los que atrapan realmente a la espectadora. Su destreza para combinar los cambios de humor y de actitud hacia los clientes y la naturalidad con que les sale cada pequeña interacción entre ellos o el resto, es una alegría constante. Joel Cojal es una pequeña sorpresa, en sus pequeñas intervenciones divierte y anima la trama.
Es verdad, por eso, que en algunos momentos mantener los personajes tan al límite puede ser contraproducente de cada a la atención del público, provocando en ciertos momentos que cueste llegar al final con las mismas ganas que el principio. Que una comedia se haga larga, por poco que sea, no ayuda a mantener la conexión con el relato.
La puesta en escena, el diseño sonoro y las luces contribuye plenamente al espectáculo y la estructura de la narración, con sobresaltos e interpelaciones. Un viaje un poco desigual que se cobra alguna víctima por el camino.