Con Tu em vas prometre una història d’amor, Helena Tornero nos regala una comedia romántica a contracorriente, lúcida y emocionante, que sabe reírse de los tópicos mientras nos reconcilia con ellos. La obra llega dirigida por Israel Solà (La Calórica), que imprime al montaje una energía y una inteligencia escénica vibrantes. El resultado: una pieza que es reflexiva, entretenida y profundamente honesta.
La dramaturgia parte de un planteamiento brillante: una autora —alter ego de la propia Tornero— intenta escribir una comedia romántica como las de antes, a raíz del expreso deseo de su madre y de la obsesión de la primera por satisfacerlo cuando la segunda ya no está (al menos en vida…). Pero enseguida está claro que ya no es tan fácil hablar del amor con la inocencia de otros tiempos. El género está contaminado, cuestionado, pasado por la criba de la crítica feminista y de la realidad líquida de las relaciones modernas. Ante esto, ¿qué significa hoy escribir una historia de amor?
Este conflicto se convierte en el núcleo de la obra. La autora -magníficamente interpretada por Ester Cort, llena de matices e ironía- se convierte en protagonista activa del relato, y presenciamos cómo la ficción va tomando forma ante nuestros ojos. Los personajes surgen, las dudas también, y el amor se abre camino, entre post-its, ensayos y contradicciones.
Sandra Pujol y Fermí Delfa forman a la pareja dentro de la historia de ficción que se quiere escribir. Ellos encarnan el espíritu romántico de la obra, pero también su evolución: comienzan casi como arquetipos y, a medida que la pieza avanza, se vuelven cada vez más reales, más vulnerables. Su química es palpable, y sus interpretaciones tienen momentos de gran comicidad y auténtica emoción. Especialmente destacable es el trabajo de ambos. Él aporta una mirada tierna y desarmando al personaje masculino, alejándose de los clichés habituales. Ella, fresca, rápida, con una agilidad y naturalidad casi espontánea que enamora.
Mención especial merece Teresa Vallicrosa, en el papel de la madre. Su presencia es sólida, cálida, y llena de ironía. Es ella quien activa, en el fondo, la tensión dramática y sentimental de la obra. Con una contención emotiva muy afinada, representa ese deseo que muchos espectadores comparten: volver a creer en el amor como ficción salvadora. Roger Torns, por su parte, aporta el contrapunto cómico y desencantado, ayudando a equilibrar el tono y manteniendo al público atento y divertido.
La dirección de Israel Solà es, sencillamente, espléndida. Con el ingenio que ya hemos visto en otros montajes de La Calòrica, Solà transforma el escenario en un espacio vivo, lleno de dinamismo visual y ritmo narrativo. El uso de recursos escénicos como las proyecciones, los saltos temporales, las interrupciones metateatrales e incluso un inesperado número musical final -que recuerda a los finales apoteósicos del cine clásico- ofrece una experiencia teatral completa, entre el juego y la sinceridad.
Pero más allá de la envoltura formal, Tú me prometiste una historia de amor destaca por su capacidad de conectar emocionalmente con el espectador. La obra no se limita a cuestionar los mecanismos de género. Realiza un análisis crítico, pero también una reconstrucción afectiva. Y es precisamente ese intento —audaz, tierno y sincero— el que convierte a la pieza en probablemente una de las propuestas más memorables de la temporada.
El título no engaña: hay promesa, hay historia y amor. Pero todo esto pasa por un proceso de transformación. Es una historia de amor del siglo XXI: desbordada de dudas, llena de contradicciones, y sin embargo profunda y real. Es una pieza para escépticos del amor y para aquellos que todavía, en silencio, confían en ella. Una obra brillante, viva y recomendable.