Dentro del gran abanico de subgéneros que engloba la comedia podríamos diferenciar los que funcionan por contención y los que funcionan por exceso. Tu digues que l’estimes (Tu digas que le amas) sería un buen ejemplo de obra que pertenece a este segundo grupo y que, más que una variedad cómica, sería toda una filosofía. Escrita y dirigida por Ivan Campillo, explica la historia de dos parejas (una que está a punto de casarse y otra a punto de separarse) y un joven y atractivo masajista que trastornará sus vidas. En términos argumentales, no inventa nada, ni le hace falta, ni lo pretende mientras que -eso sí- se esfuerza al máximo al ofrecer diversión ininterrumpidamente durante los 85 minutos que dura. Esta ansia para entretener es, ciertamente, agobiante, no pierde ritmo ni un segundo y avanza empujada por su propio impulso. Ahora bien, para algunos espectadores puede resultar fatigante por su constante histerismo, en muchos momentos injustificado, que, además, no se preocupa nada por los matices ni la verosimilitud de las situaciones en su investigación de la risa a cualquier precio. A nivel de actores, su valor es más de energía y vis cómica que de calidad interpretativa, puesto que suficiente trabajo tienen en mantener un registro tan desgarrado todo el rato. Sólo el carismático Raül Tortosa parece encontrarle el punto en el frenético tono, manteniendo el nivel pero sin perder naturalidad. Inevitablemente, una propuesta como esta no puede acabar de otra manera que con un clímax delirante y peliculero como el que tiene. Sin embargo, es coherente dentro de su idiosincrasia y, por lo tanto, otro tipo de final podría resultar insatisfactorio.
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