Conocimos a Wajdi Mouawad de la mano de Oriol Broggi en aquel primer Incendios que nos golpeó a todos y que se nos ha quedado en el fondo de la retina y del alma: Un canto a la paz describiendo el horror de la guerra. En las sucesivas obras que ha llevado la compañía La Perla 29 al escenario de la Biblioteca, hemos reconocido la crítica ácida de Mouawad.
Tous des oiseaux es el título original de esta obra que ya dirigió el propio Mouawad y que fue estrenada en el teatro nacional de la Colline de París en 2017. No sé si se imaginaba en ese momento los sucesos terribles de hoy. Es una historia inacabada e inacabable.
Guillem Balart es Eitan, un chico judío que está estudiando genética en NY y que se enamora de una chica árabe, Wahida (Miriam Moukhles) que está realizando un estudio de investigación sobre Leon el Africano. El rechazo de la familia es la imposibilidad de juntar dos creencias de dos culturas históricamente enfrentadas. La obra habla de odios que se arrastran generación tras generación, desde la travesía del mar Rojo hasta nuestros días, de padres a hijos, imparables, inevitablemente destructores. Eitan lucha por su amor, intenta hacer comprender que el sufrimiento y el dolor no se transmiten genéticamente, defiende la ley del amor pero el padre con su discurso no permite ninguna respuesta ni diálogo: “Hay otra ley, más antigua , ancestral, que brota de la sangre de los nuestros y que nos hace responsables los unos ante los otros”. Parece que no hay reconciliación posible, pero en esta familia se esconde otro secreto que mantiene la tensión de la obra.
De la mano de Broggi, todos los magníficos actores y actrices crecen hasta conseguir unas actuaciones sublimes. Hemos visto a una Clara Segura en estado de gracia, un Joan Carreras espléndido y un Xavier Boada con un papel de viejo decepcionado y superado por los acontecimientos generales y personales. Recordamos a Marissa Josa en La reina de la belleza de Leenane con un papel muy parecido de persona mayor que está soportando un dolor pesado pese a dar una sensación de indiferencia. Guillem Balart y Miriam Moukhles sorprenden por su profesionalidad en su radiante juventud y la Cisteró con ese papel que ella sabe bordar de persona que alterna la rigidez con la ternura. Xavier Ruano, impecable con papeles más secundarios pero absolutamente necesarios. La música bien elegida, como siempre, hace que la obra sea redonda.
La escenografía, sello de la casa, aprovecha todos los rincones para hacer un escenario versátil, en constante movimiento sin sacrificar ninguna silla del público. Nos ha sorprendido muy agradablemente que las cámaras ocultas grabaran la escena y nos permitiera ver las caras que expresan sin hablar, que hablan con las miradas y nos acercan al drama que están viviendo. Todo el espectáculo está lleno de elementos simbólicos que nos reubican constantemente. En la pared iluminada de la Biblioteca de Cataluña que recuerda al Muro de las Lamentaciones se proyectan los textos en alemán, inglés, árabe o hebreo según el momento y que entendemos como elementos diferenciadores y a la vez de unión entre los pueblos .
Mouawad describe, no juzga ni se posiciona pero ayuda a hacernos ver que el amor no es suficiente para solucionar un conflicto que parece ser eterno.