Es muy interesante cómo la Sala Flyhard está abriendo, poco a poco, camino a nuevos géneros y subgéneros poco vistos o inéditos hasta hace no mucho en la dramaturgia catalana. De esta forma, hemos visto comedias románticas con protagonistas homosexuales (Smiley), sátiras sobre el terrorismo (Burundanga) o la violencia policial (El rei borni), e, incluso, obras de terror de serie b (Es fa fosc). En esta misma línea de innovación, Tortugues es una historia de amor que combina humor con estrafalarias teorías de física cuántica. El texto de Clàudia Cedó es inteligente y está muy bien medido. El punto de partida sirve, ejemplarmente, para generar gags y situaciones de gran comicidad tanto como para abrir reflexiones más profundas sobre la percepción del tiempo vital o la velocidad del mundo actual que no nos permite valorar todo aquello que tenemos delante. El grupo de actores se entrega al máximo de sus posibilidades aportando toda la naturalidad, carisma y agilidad que necesita esta propuesta. Quizás el tratamiento de ciertos dilemas científicos dentro de la trama está un poco forzado y la resolución final del conflicto es, paradójicamente, precipitada. A pesar de esto, la simpatía de este espectáculo es prodigiosa y su capacidad de transmitir positividad está un poco por encima de todo.
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