Si tengo que ser sincera, y tengo que serlo...

Tonta

Tonta
14/03/2021

Un escenario con una mecedora, una alfombra y un espejo. Este es el marco en el que empieza el espectáculo. Un audio recuperado en el tiempo de Lola Flores hablando del amor y como marca su vida es la carta de presentación de esta historia que te va atrapando palabra a palabra.

Alicia es una chica joven que ha pasado por un momento en su vida que le ha marcado un antes y un después. No sabemos que es, pero justo al inicio nos dice que la posibilidad que todo hubiera sido diferente si las circunstancias hubieran sido otras, no hubiera cambiado el curso de los eventos. Diferente al resto de personas que tiene a su alrededor, nos va exponiendo varias partes de su vida, con la incorporación al mundo laboral como punto de partida. Nos va explicando quién es su familia, de quien está (o estaba) enamorada, sus sueños, cuales son sus rutinas del día a día y cómo cada una de estas cosas la ha llevado a su estado actual.

Se nos va desgranando la trama poco a poco, construyendo un relato sólido, que curiosea al público, quien espera saber hacia donde va todo. El texto es orfebrería. Sin narrada enseguida cuál es el resultado de la historia que ha llevado a Alicia a hacernos partícipes de su vida, conecta con la espectadora desde el primer momento. Te entregas a ella y sus sentimiento y emociones. Sufres por sus dificultades, ríes con sus ocurrencias y disfrutas de sus pequeñas alegrías. Un Texto duro que no se aleja en ningún momento de la realidad, aunque pueda parecer imposible que algunos episodios puedan ser verdad por la crueza con que se narran.

Sin desvelar nada de la trama, que es parte fundamental de esta producción, es necesario decir que acompañamos a la protagonista en su viaje introspectivo, escudriñamos en sus pensamientos y sus emociones con cada gesto, sueño y miedo que nos muestra.

La puesta en escena, sencilla y austera, envuelve perfectamente la situación. Cada elemento tiene un peso indescriptible en la narración. La mecedora reconforta, escucha y acoge las confesiones. El espejo nos muestra un reflejo interno y externo de toda la situación y ayuda a ampliar momentos difíciles de asumir. Un punto clave de esta puesta en escena es el descubrimiento de un aparador de vestidos, protagonistas en dos momentos muy importantes de la obra. Sirven de refugio y también de catalizador hacia la libertad de Alicia.

La luz y las proyecciones sonoras y audiovisuales empacan el reglado que es esta producción. Colocados en momentos claves y con mucha destreza, encajan todos los elementos que forman parte de esta historia que te encoje el corazón, pero que también de abre una puerta a la sonrisa de vez en cuando.

Un montaje delicado, pero punzante, que tiene en Núria Florensa su alma. Alicia no sería la misma sin la interpretación de Florensa. Es eslla que nos atrapa en el primer minuto y nos transporta a su realidad. La que nos mira a los ojos y nos explica su historia como si fuéramos la única espectadora de la sala. La que nos coge y nos mantiene al lado del personaje para que la sintamos y la queramos cuidar.

Hay momentos divertidos e inesperados que nos arrancan una sonrisa, pero también muchos momentos duros y dolorosos que nos pellizcan el corazón. Llega un punto en que la espectadora está tan dentro de la obra que se apagan las luces y no sabes si aplaudir o esperar con deseo que la historia continúe, porque quieres saber cuál será el camino de Alicia, quien ya forma parte de ti y tu vida.

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