Esta ácida e irónica comedia sobre la toxicidad del amor romántico pone en escena a una novia a la fuga al más estilo Julia Roberts. Mientras espera en una parada de autobús junto a un carismático taquillero, nos cuenta en primera persona cómo ha llegado a esta situación.
Su historia es la de toda una generación de mujeres criadas bajo el yugo del amor romántico, la justificación de las relaciones tóxicas y la erotización de sus cuerpos desde bien pequeñitas. Tras vivir estas infancias Disney, enfrentarse al mundo y a la búsqueda del amor, da como resultado todo un catálogo de cómicas anécdotas y situaciones que nos comparte entre breves números musicales de Marisol y proyecciones de vídeo que alternan el análisis de perfiles de Tinder o artículos de prensa rosa con hipnóticas imágenes.
Cabe destacar la increíble capacidad vocal de la intérprete Laura Dorca, así como el buen ojo dramatúrgico de María Martínez a la hora de introducir a Marisol como eje vertebral de la pieza. De hecho, el arco del personaje va de la mano de la historia de Marisol y sus canciones, desde el optimismo de Tómbola a la resignación de Me Conformo.
Pero lo que parecía una amena comedia en clave de género, se convierte en una punzante crítica social conforme nos acercamos al final y la protagonista comparte una anécdota clave de su infancia. Una confesión que cierra la tesis de la obra sobre el abuso de poder del machismo desde la infancia y reclama a Marisol como icono de la explotación de las mujeres. Un efectivo golpe de efecto que nos ubica frente a un espejo y nos pregunta, ¿de qué te estás riendo?
Aquí radica el gran valor de la pieza, en que más allá de un ingenioso y cómico texto con buenos números musicales y proyecciones envolventes, lanza una tesis contundente e invita a una clara reflexión. Divierte, te emociona y te hace pensar, y eso, no sucede todos los días.