Àngel Guimerà es todo un referente de la cultura catalana que parece sentirse realmente cómodo este año en la cartelera teatral, ya sea con la gran producción de Mar y cel en el Teatro Victoria o con otra de pequeño formato que se exhibió el Círcol Maldà y que se llamaba Quietud salvatge, la cual consistía en un monólogo impartido por el personaje de Marta de Terra Baixa. En esta ocasión, es Lluís Homar el que sube al escenario para interpretarla, asumiendo el reto de meterse él solo en la piel de todos los personajes principales de la obra. Así, lo que en un principio puede hacer recelar al espectador a la hora de elegir el espectáculo, se acaba convirtiendo en un experimento satisfactorio, ameno y totalmente recomendable. Sin duda, podemos decir que gran parte del mérito se debe a la magistral interpretación de Homar, quien dibuja sin sobreactuar cada uno de los personajes que encarna, diferenciándolos todos ellos desde la naturalidad y no a partir de artificios o tics. Así, en cuestión de segundos, Homar pasa de Marta a Sebastián, interpretando los personajes a través de su alma y no desde su físico. De esta manera, el espectador no tiene la sensación de que nos encontramos ante el mismo personaje pero con otro discurso, resultando ser un trabajo muy meritorio sobre todo por los continuos cambios de personaje que hay en cuestión de segundos. Además, también ayuda la eficiente dirección de Pau Miró, que dinamiza la puesta en escena y es capaz de llenar con una sola persona el gran escenario del Borràs.
Por otra parte, el texto es el resultado de una magnífica adaptación del original, el cual permite seguir perfectamente la historia y aporta personalidad al espectáculo. Además, el acertado diseño de iluminación y la poderosa escenografía consiguen crear atmósferas realmente sugerentes, las cuales, a menudo, están cargadas de auténtica belleza. Así, nos encontramos con un juego visual muy atractivo que se hermana con el texto y que exterioriza poéticamente algunos de los sentimientos presentes en los diferentes personajes. Por último, recomendaría a quien vaya a ver la función que no se siente en las últimas filas del teatro, ya que cuesta seguir auditivamente la obra y, realmente, esto es un lástima por que el espectáculo bien merece la plena atención del espectador.