Nos vamos acercando al ecuador del Festival y lo hacemos con esta interesantísima propuesta de Alain Platel, tan difícil de definir como apasionante. Se trata de un espectáculo en donde nos encontramos una actriz y cinco bailarines, fusionando dramaturgia con expresión corporal, la cual es llamada por su creador como «danza bastarda». De hecho, en este espectáculo no encontramos largas escenas de baile, sino que el trabajo de los intérpretes está enfocado a trabajar corporalmente los diferentes sentimientos vividos por la protagonista, yendo más allá de lo que serían los habituales movimientos de baile.
Platel nos ubica dentro de un vertedero de Río de Janeiro, el cual está visualmente logrado a través de un gran escenario completamente lleno de montañas de ropa, en el que nos encontramos a una mujer que padece esquizofrenia. Esta enfermedad es explorada con mucho acierto a lo largo de la obra, exteriorizando sus diferentes posibles síntomas a través de las diferentes creaciones corales e individuales de los bailarines, recreando a través de movimientos y sonidos lo que puede llegar a sentir esa mujer esquizofrénica. De esta manera, nos hacen sentir el tormento interior que sufre el personaje, reflejando síntomas como las alucinaciones sonoras con una voz que le habla y a la que ella responde, cuestionando su propia felicidad. Además, en el espectáculo suenan magníficas piezas de Bach y alguna aria de Mozart, las cuales sirven a Platel para inspirar nuevas vivencias y para crear una atmósfera muy particular con aquel personaje trastornado y rodeado de basura, la cual, de alguna manera, podemos considerar como bella, a pesar de la dureza de lo que se está reflejando.
Por último, me gustaría destacar el excelente trabajo de los intérpretes, los cuales alcanzan unas creaciones totalmente sugerentes a través de una técnica casi perfecta. Sin duda, este Tauberbach es una obra altamente recomendable, la cual convierte un ambiente enfermizo en poesía escénica.