Emmanuel Radnitzky, más conocido como Man Ray, fue uno de los nombres indisociables de los movimientos dadaísta y surrealista. A pesar de que es conocido sobre todo por su trabajo como fotógrafo, podemos asegurar que su definición más precisa se inscribe dentro de la categoría de artista total. Este bagaje profesional y la relación que tuvo con sus musas es lo que ha servido de base a las coreógrafas Meritxell Barberà e Inma García para realizar este inspirador espectáculo. Las dos directoras llevan trabajando juntas desde el 2003 en la compañía valenciana Taiat Danza, y el personaje de Ray ha sido en los últimos años un elemento recurrente sobre el que han investigado y trabajado varias veces.
El espectáculo está formado por un buen número de escenas cortas, separadas por una serie de flashes que nos van recordando el origen de todo. En un decorado formado por imágenes del artista, ocho bailarines y una bailarina composen una coreografía a ratos divertida, a ratos enigmática y sincopada. El montaje guarda una gran coherencia, aunque en algún momento se baile un charlestón o la música -firmada por Caldo– resulte anacrónica y provoque momentos de extrañeza. En definitiva, un experimento que se inscribe bien dentro del movimiento que quiere homenajear y que a buen seguro habría hecho las delicias de Ray y de todas sus famosas amistades.