Dos hermanos y sus respectivas parejas. Un chalé en las afueras, una piscina que se está preparando para el verano y unos padres ausentes, pero muy presentes de una u otra manera. A partir de aquí, roturas, acercamientos, maneras de disimular una relación que no se quiere asumir, etc. Todo esto es lo que conforma Swimming pool, una obra del valenciano Juli Disla que habla de los comportamientos humanos a la hora de afrontar relaciones, sean de la índole que sean.
Lo más novedoso de este montaje es la forma que se ha escogido para explicarnos la historia. El director Fer Rivas ha decidido encararlo desde el juego, y es por este motivo que cuando entramos al teatro los actores ya llevan un rato jugando a una variante del pica-pared. Incluso acabarán jugándose el papel que les toca interpretar, cosa que condiciona el reparto de cada función (según el programa de mano existen tres versiones posibles). Un reparto que, está claro, variará el género del personaje… pero por eso se nos dice al comienzo que el género no importa y que cualquier rol puede estar interpretado por un hombre o una mujer indistintamente.
El juego continúa también durante la obra, puesto que entre escena y escena tenemos juegos de palabras, repeticiones, canciones sobre lo que sucede… Una serie de recursos que, acompañados de una gestualidad muy concreta, acaban por dar a la pieza un aire especial. Los actores, al mismo tiempo, ofrecen una interpretación esforzada y valiente, y entre ellos destaca Pau Oliver (L’alegria que passa). Aun así, el conjunto acaba cayendo en una cierta monotonía y en un agotamiento de los recursos, que incluso pueden parecer excesivamente mecánicos.