Junto con La tempestad, esta es una de mis obras shakesperianes preferidas, quizás por la libertad con la que fue escrita, por los toques de fantasía o por la habilidosa mezcla de ficción y realidad. Las lecturas y las capas de contenido de esta comedia aparentemente banal son muchas y variadas, del mismo modo que según cómo se mire puede parecer que sean dos o tres obras diferentes. Lo más difícil es hacer que las tramas encajen y que los tonos, tan diferentes entre si, no se den de bofetadas. Es por este motivo que en muchas ocasiones los montajes de la obra se decantan más hacia un lado o hacia el otro. La propuesta de Els Pirates elige sobre todo el aspecto festivo, la parodia metateatral y la comicidad más desbordada, junto con una estética que mezcla cabaret y teatro del absurdo. No es una mala opción, a pesar de que a ratos resulta incompleta; carente de la magia que el Sueño siempre ha tenido… y siempre tendría que continuar teniendo.
Lo que no se puede negar es que esta versión festiva ideada por Adrià Aubert seduce al público desde el principio. La manera de enlazar las escenas y de simplificar algunos momentos más farragosos acaban para convencer. También tenemos que añadir los brillantes números musicales y, sobre todo, las magníficas interpretaciones de todos los componentes del grupo. Un reparto acertadísimo que hace de la pieza una de las citas obligadas ahora mismo a los teatros barceloneses.