La productora Sixto Paz trae a la sala La Villaroel un texto de Mark Barklett: Bull. Se trata de una obra en la que se habla sobre el llamado mobbing, aquí denominado bullying (palabra con la que se juega para relacionarlo con el ámbito taurino, que condicionará la puesta en escena).
La obra cumple con lo que promete: en una hora aproximadamente, el público asiste a una verdadera sangría en la que un empleado es destripado por sus compañeros; demostrando así la crueldad que existe en el mundo empresarial y la competitividad exacerbada que se lleva en las grandes compañías internacionales.
De manera acertada, Sixto Paz relaciona la temática de la obra y su título (Bull y el acoso laboral) con su traducción al catalán para modificar la puesta en escena y adaptar la escena y el abuso con un juego simbólico: una plaza de toros. De esta manera, se nos presenta un ruedo en el que Thomas (Marc Rodríguez) será toreado por sus compañeros de oficina e incluso con su jefe (Mar Ulldemolins, Joan Carreras y David Bagès respectivamente). Asistimos, por tanto, a un espectáculo de sufrimiento, en el que tres personas torturan a un hombre hasta acabar con él (véase aquí, por tanto, un paralelismo con lo taurino). El escenario recrea un ruedo con un fuerte simbolismo solamente aprovechado al principio y al final de la obra, sin mucha conexión durante el desarrollo de la trama.
Pese a un buen trabajo por parte de la productora y una actuación acertada por parte del elenco, la obra no acaba de entusiasmar. Tiene el potencial que acompaña a una temática tan predestinada a lo dramático o al humor ácido, pero se queda a medio camino entre ambas, sin ser ninguna. Un texto que acaba quedando un tanto llano, con un argumento predecible y muy simple, acaba por dar la impresión de quedar un tanto cojo. Se nota que es un buen trabajo, pero que acaba por dejar el sabor agridulce del trabajo bien hecho solamente a medias, pues no consigue que el público conecte emocionalmente con la víctima.