¡¡Sal de ahí!!

Sixto Paz: Bull

Sixto Paz: Bull
31/03/2018

¿Recuerdas esa imagen típica de película de miedo en el que un personaje se adentra en una estancia misteriosa pese a que el sentido común indica que debería alejarse lo máximo posible ? Tú, espectador entregado a la trama, le gritas internamente que no entre, que vuelva sobre sus pasos ahora que todavía puede. Pero obviamente el personaje no te escucha, sigue adelante para tu desesperación y sufre las esperadas consecuencias.Esa es la impotencia que siento hacia el protagonista de BullMarc Rodríguez– , un trabajador al que vemos toreado –metafórica y literalmente- por sus compañeros – Joan Carreras y Mar Ulldemolins -mientras los tres esperan al jefe –David Bagés, substituido en algunas funciones por Santi Ricart – que decidirá cuál de ellos debe abandonar ̶l̶a̶ ̶a̶c̶a̶d̶e̶m̶i̶a̶ su puesto de trabajo. Desde fuera, veo venir las provocaciones y le pido a Thomas que se aleje, que no las escuche, que no responda, que huya de la trampa… Pero mis súplicas son en vano y el abusado cae una y otra vez en las burlas de sus torturadores.

Intento pensar que se trata de una lucha por la supervivencia, que todos los depredadores tienen motivos de peso que les llevan a aferrarse a sus trabajos con toda la fuerza de sus garras. Pero eso no es lo que retrata el texto de Mike Bartlett. Aquí se muestra la arrogancia del que se cree superior a través de la crueldad descarnada, el abuso por la simple satisfacción de verse más fuerte. Ni evolución ni moraleja. Solo un espeluznante reflejo de un comportamiento humano que, de comedia, tiene poco.

A partir del título polisémico, la dirección de Pau Roca juega con acierto e ironía con las imágenes del mundo de los toros en la puesta en escena a cuatro lados. Rodeamos el arenal de la plaza para ser voyeurs partícipes de la matanza mientras la iluminación de Guillem Gelabert va intensificándose paulatinamente casi sin que seamos conscientes.

Si bien Rodríguez y Carreras siguen en arquetipos de personajes muy fieles a su línea –pienso en el patetismo del primero en L’hostalera y en la soberbia del segundo en Pretty-, una de las actuaciones más impactantes es la de Ulldemolins, especialmente en el demoledor monólogo final. Un jaque mate rotundo, sangriento, apoyado de forma progresiva por movimientos, luz y vestuario – atentos al diseño y al uso de este último, a cargo de Laura Garcia.

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