Llega al teatro Tantarantana un texto de Stefano Massini, dirigido por Roberto Romei, que trata de denunciar, una vez más, esos abusos sociales que se sufren a diario y que se suelen permitir. En este caso, Shenzen significa infern denuncia las políticas neocapitalistas que emplean las grandes empresas multinacionales y que acaban por terminar con la salud mental del obrero y, por supuesto, con cualquier resquicio de conciencia de clase. En el presente texto se ilustra la pérdida del sentimiento de colectividad en el mundo en el que vivimos, destacando como las empresas buscan fomentar la competitividad y el individualismo para así poder mantener su poder.
La representación, dirigida por Romei e interpretada por Sandra Monclús, tiene claros aciertos aunque algunos fallos. Aun así, cabe destacar que la representación es de un interés destacable y muy recomendable. En un escenario vacío, con Sandra Monclús en el medio y rodeada de sillas, el espectador se ve rápidamente transportado a una reunión de oficina en la que descubre que ha sido llamado para ser despedido o ascendido. La tensión, por tanto, se masca desde el inicio y pervive así hasta el final de la propia representación. Efectos sonoros y musicales ayudarán a que el público esté tenso, al igual que las continuas interpelaciones de la actriz hacia el público, haciéndole partícipe y dándole una falsa voz.
Satisfactoriamente, pues, la representación transmite aquella emoción mediante se articula el texto: la incomodidad y las incertezas. El público, solo e indefenso ante la autoridad de una multinacional, no puede hacer más que esperar a un veredicto final mientras se va desarrollando la trama. Esta sensación continua de incomodidad es el punto fuerte y, a la vez, la debilidad de la obra: mantener 70 minutos a una persona temiendo por qué va a suceder acaban por hacer que la trama sea demasiado larga, aunque no menos interesante. Pese a eso, el resultado es plenamente satisfactorio y Shenzen significa infern es una representación muy recomendable.